Desde 1774 existían dientes de porcelana, pero eran productos poco apreciados por los deterioros. La mejor opción era otro diente humano, normalmente insertado en una prótesis de marfil de morsa o elefante.
Cuando hablamos de nuestro sistema digestivo empezamos por nombrar a una parte muy importante, la boca, con todos sus componentes: los dientes, las encías, la lengua, etc. La boca es fundamental en el procesamiento de los alimentos. Si nuestra boca tiene alguna enfermedad, nuestra salud física se ve afectada, incluso nuestra autoestima.
La higiene bucal consiste en mantener limpios y sanos los dientes, encías, lengua y la boca en general, permitiéndote tener un aliento fresco, conservar las piezas dentales y no sufrir molestias, con lo que tus dientes se mantendrán saludables y podrán cumplir su función. La higiene dental tiene que formar parte de tus hábitos, realizando una limpieza de los dientes al menos dos veces al día.
Según la Academia de Odontología General, hay una estrecha relación entre la enfermedad de las encías (periodontal) y complicaciones de salud como un accidente cerebro-vascular y enfermedad cardíaca. Las mujeres con enfermedad de las encías muestran mayor incidencia de nacimiento de bebés prematuros.
Otras investigaciones muestran que más del 90% de las enfermedades que afectan a varios órganos o a todo el cuerpo tienen manifestaciones bucales, incluyendo encías inflamadas, úlceras en la boca y sequedad de boca: la diabetes, la leucemia, el cáncer oral, el cáncer de páncreas, la enfermedad del corazón, la enfermedad renal…
Si no cuidas tus dientes y encías, puedes sufrir dolor oral y facial, pérdida de dientes, problemas de corazón y otros órganos importantes (por las infecciones) y problemas de digestión (que pueden llevar a una insuficiencia intestinal o a un síndrome de colon irritable) entre otros.
Es necesario ir al dentista regularmente, sobre todo los niños, en los que viendo los dientes se puede detectar una mala nutrición, alteraciones del crecimiento y del desarrollo y una mala alineación de la mandíbula.
También en casa es necesario que cuides tu salud bucal todos los días. Cepilla tus dientes durante dos o tres minutos, por lo menos dos veces al día. Utiliza hilo dental diariamente para eliminar la placa de los lugares que tu cepillo no puede alcanzar. Come una dieta saludable para proporcionar los nutrientes necesarios (vitaminas A y C sobre todo) para prevenir la enfermedad de las encías. Evita el tabaco, que puede contribuir a la enfermedad de las encías y el cáncer oral. Como siempre, es mejor prevenir que curar.
En la actualidad, los implantes de boca están muy generalizados y cada vez más, tendemos a cuidarnos la dentadura. Ya no es muy común ver a personas que le falten piezas, ver sonrisas con «mella».
En Estados Unidos, un país obsesionado con los dientes brillantes y el aliento fresco, el cepillo de dientes es considerado el rey de los inventos.
En una encuesta popularizada por el Índice de Inventos Lemelson-MIT, del Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT), se preguntó cuál de cinco inventos era imprescindible para los estadounidenses.
En el sondeo, el cepillo de dientes quedó como campeón indiscutible, venciendo al automóvil, al ordenador personal, al teléfono móvil y al horno microondas, por ese orden. El doctor Richard Price, representante de la Asociación Dental Estadounidense (ADA, por sus siglas en inglés), dijo:
Esto tiene bastante lógica, ya que los dientes los tenemos siempre con nosotros, mientras que un automóvil o la computadora se pueden actualizar, no así nuestras herramientas para comer.
La encuesta se realizó entre mil adultos y cuatrocientos adolescentes de todo el país. «Quienes estamos aquí (en el MIT) sabemos que las cosas simples son muy, muy importantes» declaró Merton Flemings, inventor con 29 patentes en su haber y encargado del Índice de Inventos Lemelson-MIT. «Nos sorprende que otras personas que no son científicos también reconozcan eso».
El camino del cepillo de dientes hasta alcanzar el primer lugar ha sido largo. La historia del cepillo de dientes es muy antigua.
En la civilización egipcia, ser dentista era una de las disciplinas médicas más prestigiosas. En el año 3000 A.c. los egipcios usaban pequeñas ramas con puntas desgastadas para limpiar sus dientes. Los primeros cepillos se llamaban «palos o varas para masticar» y se construían con pequeñas ramitas de árbol que se machacaban para ablandarlas.
Uno de sus extremos se moldeaba para que quedara en forma de filamentos, lo suficientemente suaves como para ser soportados por las encías. Eran utensilios ásperos con un efecto muy similar al de los palillos de dientes. Algunas tribus nativas de Australia y África usan todavía estos básicos cepillos para limpiar su dentadura.
Las civilizaciones antiguas también tuvieron sus formas personales de cuidar sus dientes. Plinio el Joven (61-113 D.c.) afirmaba que utilizar el cañón de una pluma de buitre para limpiar los dientes podía producir halitosis (mal aliento) y le gustaba usar una púa de puercoespín porque, según él, «mantenía los dientes firmes».
Nuestros antepasados pensaban que una dentadura blanca requería cuidados muy concretos. Los avances se fueron sucediendo y hace dos mil años, el médico latino Escribonius Largus inventó la pasta de dientes que estaba elaborada con vinagre, miel, sal y cristal machacado. Pero antes que él, los griegos utilizaban la orina humana como dentífrico, asegurando que no había mejor remedio contra la caries, creencia que fue sostenida hasta el siglo pasado.
Grecia fue, como en todo, más avanzada. Aristóteles, por ejemplo, aconsejaba a Alejandro el Grande que cada mañana masajeara sus dientes con un paño fino de lino ligeramente áspero.
El primer cepillo construido se remonta a 1498, cuando un emperador chino insertó pelo de jabalí siberiano fijado a un mango de bambú o de hueso (según informes de la Asociación Dental Estadounidense).
En el año 1600, los viajeros europeos que estuvieron en China trajeron a su regreso el cepillo dental y reemplazaron las cerdas del jabalí por las crines de caballo. En Europa, en esos tiempos, la gente estaba más acostumbrada a usar los palitos de dientes después de las comidas, hechos de plumas de ganso o de metal (cobre o plata). Muy poca gente del mundo occidental se cepillaba los dientes, y los que lo hacían preferían los fabricados con crin de caballo pegada o insertada en huesos de animal. Estos cepillos eran suaves pero poco higiénicos.
El cepillo de dientes tal y como actualmente lo conocemos se inventó en el siglo XVII. No todos podían permitirse el lujo de tener un cepillo de dientes. El invento se popularizó en Europa, pero dado su elevado precio, las familias más humildes tenían que compartir el mismo cepillo.
El cepillo de dientes que utilizó Napoleón Bonaparte era de cerdas de pelo de caballo y mango de plata. Napoleón fue muy metódico y meticuloso con su higiene corporal, especialmente con el cepillado de los dientes. El Emperador tenía un «neceser para dientes». Hubo quien criticó su mala dentadura (tenía los dientes amarillentos), pero resultó ser por el efecto del regaliz, ya que lo consumía en grandes cantidades.
Napoleón, con su Ejército del Norte, se enfrentó durante cuatro días, en el campo de Waterloo, a la maquinaria de guerra combinada de Prusia, Inglaterra y Holanda. A las once y media de la mañana del 18 de junio de 1815 empezó la batalla y los campos de maíz se regaron con sangre.
A las 10 de la noche la batalla había terminado. Los franceses fueron derrotados y los cuerpos de alrededor de 50.000 hombres yacían muertos o heridos. El maíz no pudo ser cosechado, pero hubo otra recolección más productiva. En la penumbra, figuras sombrías rondaban entre los caídos y no despreciaban ningún objeto de valor hurgando en los uniformes de las víctimas. Pero lo que buscaban sobre todo aquellos carroñeros eran dientes en buen estado.
Había una gran demanda entre los ricos que tenían poca dentadura pero mucho que masticar, una demanda solvente que estaba dispuesta a aflojar la bolsa por una prótesis dental cuya oferta se multiplicó tras la escabechina de Waterloo.
Tanta fue la inundación del mercado que, aunque no fuera su verdadero origen, los dientes de segunda boca adquirieron un nuevo nombre: dientes de Waterloo. Mejor tener los dientes de un joven saludable muerto por bala de cañón o tajo de sable, que los arrancados de las fauces de un ahorcado, de un muerto de la morgue o los que suministraban los profanadores que los arrancaban a muertos putrefactos.
En el siglo XVIII, los mayores proveedores de dientes eran los «resurreccionistas», que exhumaban cadáveres, los transportaban en carretas y los vendían a las escuelas de medicina. Las piezas dentales cotizaban aparte. No siempre se molestaban en saquear el cuerpo entero. A veces se conformaban con las mandíbulas.. Los dentistas de Londres, pagaban sin preguntar.
Las potencias europeas fletaban en sus colonias ultramarinas cargos de azúcar de caña, y se extendió la caries entre los europeos acomodados y sobrecalentó el negocio de las prótesis dentales. Las primeras tenían una base de madera, porcelana o marfil en la que se incrustaban dientes de animales, de reos del patíbulo o de la rapiña de los profanadores de tumbas.
Estéticamente eran aceptables pero funcionalmente eran tan inútiles que incluso se las quitaban a la hora de comer. Desde 1774 existían dientes de porcelana, pero eran productos poco apreciados por los deterioros. La mejor opción era otro diente humano, normalmente insertado en una prótesis de marfil de morsa o elefante.
El desdentado tenía los carrillos hundidos, hablaba con dificultad y se veía prematuramente viejo. George Washington, por ejemplo, tenía una dentadura tan desastrada que se hizo extraer todas las piezas para ponerse dentadura postiza. Alguna se conserva en el National Museum of Dentistry de Baltimore, por eso se sabe que estaban fabricadas con oro, marfil de hipopótamo, plomo, dientes de caballo y de asno, por no hablar de dientes humanos que podían comprarse en el mercado negro, extraídos de gente pobre siempre que no fueran esclavos negros.
Washington se desternillaba de risa con los chistes verdes, pero nunca sonríe en ninguno sus retratos múltiples. En la buena sociedad el desdentado tendía a mantener la boca cerrada.
En las piezas talladas en hueso o marfil la falta de esmalte generaba un sabor podrido en la boca y un aliento apestoso. Las dentaduras postizas de dientes humanos eran mejores pues resistían el desgaste y mantenían su color, pero duraban poco, por eso los dentistas pagaban bien a sus proveedores. Para el paciente exigente, las piezas procedentes del campo de batalla eran las preferidas, pero no siempre había oferta en el mercado.
La fuga de Napoleón de su exilio en Elba obligó a sus enemigos a organizar la Séptima Coalición, lo retaron en Waterloo y la masacre dio de sí para abastecer a los dentistas de toda Europa y del otro lado del Atlántico. En 1819, el dentista estadounidense Levi Spear Parmly, que entre otras cosas inventó el hilo de seda dental, almacenaba miles de dientes extraídos de cuerpos de todas las edades caídos en la batalla. Los saqueadores trabajaron duro en las guerras de Crimea y de Secesión americana y mantuvieron el suministro de los que, los catálogos dentales, siguieron anunciando como dientes de Waterloo medio siglo después.
En 1885, las compañías comenzaron a producir cepillos manuales a gran escala. El pelo de otros animales también fue usado para la higiene dental. A principios del siglo XX, tener un cepillo de dientes estaba reservado sólo para los muy ricos, ya que el mango era de marfil y las cerdas naturales, que lo encarecía enormemente.
El pelo del jabalí siberiano fue el más usado, tanto, que lo importaron durante muchos años, hasta que en 1937 Wallace H. Carothers, en los Laboratorios DuPont de Estados Unidos, inventó el nylon y reemplazó el pelo de cerdo, fabricando cepillos mucho más económicos, predecesores de los que hoy usamos.
En 1938 apareció el «cepillo milagro», del Dr. West, elaborado con púas de seda que permitían una perfecta higiene bucal.
En 1950, Dupont mejoró sus cepillos con nuevas cerdas de nylon más suaves.
En 1960, se presentó el primer cepillo dental eléctrico en Estados Unidos. En 1969 viajó por primera vez a la Luna. Neil Armstrong utilizó un Oral-B Classic TM minutos antes de decir: «Es un pequeño paso del hombre, pero un gran salto para la humanidad».
En 1987 se presentó el primer cepillo dental eléctrico para uso doméstico, de acción rotatoria.
Hoy en día encontramos cepillos dentales de muchísimas marcas, tipos, durezas y colores. Los hay anatómicos, electrónicos, para niños, adultos, hombres, mujeres o personas mayores. Además hay especiales, ultrasuaves, para gente con encías muy sensibles. Son una de tantas curiosidades producto de la ciencia.
La tecnología ha revolucionado nuestra vida y nuestras rutinas de higiene personal. En el año 2000, los cepillos dentales eléctricos de bajo precio hicieron crecer al mercado de los cepillos eléctricos. Los cepillos eléctricos se han hecho muy populares en los últimos años, e incluso a veces se afirma que proporcionan un cuidado superior de nuestra dentadura. El cepillo dental eléctrico supone una mejora y optimización de recursos para la salud bucal y desde hace algunos años forma parte de muchos de nosotros.
El cepillo eléctrico no es un sustituto del cepillo de dientes tradicional pues aunque los dos son utilizados para el mismo fin, se indican en diferentes tipos de pacientes. Los cepillos de dientes eléctricos están reconocidos por diversas asociaciones dentales del mundo entre ellas la Asociación Dental Americana, lo que quiere decir que no causan daños a tu salud.
El objetivo principal de un cepillo de dientes es eliminar la placa bacteriana y estimular las encías. La mayor parte de los cepillos son capaces de mantener los dientes limpios si se usan bien. Pero ¿cómo se compara realmente la eficacia de un cepillo eléctrico frente a la de un cepillo manual? ¿Realmente son mejores los eléctricos que los cepillos manuales que has usado toda la vida? La respuesta a esta pregunta no es clara ni directa.
La Asociación Dental Americana y muchos dentistas dicen que los dos tipos de cepillo de dientes son igualmente efectivos para limpiar tus dientes, remover los residuos de la comida y evitar que se forme la placa bacteriana. Incluso se han realizado ya varios estudios comparando los cepillos eléctricos con los manuales y hasta el momento no se ha podido encontrar una diferencia significativa en la limpieza de los dientes o la prevención de las enfermedades de las encías.
El Cepillo Manual
Se usa desde hace muchos años y tiene un buen historial de resultados, avalado por multitud de estudios y la experiencia de los profesionales de la odontología. Entre las ventajas del cepillo manual cabe destacar:
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Precio: Es barato. Los cepillos eléctricos pueden resultar algo caros para algunos, y es bueno saber que se puede realizar una buena limpieza con un cepillo manual.
- Fácil de transportar. Es muy cómodo llevar el cepillo con nosotros cuando viajamos. No es tan aparatoso como un cepillo eléctrico y es menos probable que abandonemos nuestros hábitos de higiene oral si estamos fuera de casa, pues es muy fácil guardarlo con el resto del equipaje.
- Menos presión sobre los dientes y encías. Con el cepillo manual podemos notar fácilmente cuánta fuerza estamos aplicando sobre los dientes y encías. Con un modelo eléctrico no podemos sentir tan fácilmente cuánta presión empleamos (salvo que lleve sensor de presión). Aplicar mucha presión al cepillarnos puede desgastar el esmalte, causar dolor, sensibilidad, retraimiento de encías.
- Indicado para los niños. Incluso los niños pequeños pueden usar un cepillo manual de manera efectiva y segura una vez han aprendido cómo hacerlo.
El Cepillo Eléctrico
El cepillo eléctrico es un gran aliado de los dientes por la potencia que tiene comparado con el cepillo manual. El precio de los cepillos eléctricos es más caro, pero sin lugar a dudas el precio compensa. Los precios de cepillos eléctricos son muy diversos, pero cada vez son más económicos debido a la gran demanda. La calidad del cepillado es muy alta. Si se utiliza correctamente, no deja ningún rincón sin cepillar y se llega a los sitios más complicados con gran facilidad, mucha más que con un cepillo manual (y con menos esfuerzo).
Ventajas del cepillo eléctrico:
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A simple vista, el cepillo eléctrico es más grande que el manual (ligero y fino). Aunque parezca que el manual es mucho más manejable, en realidad el eléctrico es mucho más útil. Al tener un mango más largo y al tener la cabeza tan alargada y fina es mucho más fácil llegar a zonas prácticamente inaccesibles con el manual, incluidas las muelas del juicio.
- Con el cepillo eléctrico no se necesita ningún esfuerzo, pues con una sola pasada y sin forzar, se consigue que los dientes estén mucho más limpios, llegando a todos los rincones que el manual no consigue.
- Su uso es más sencillo y menos trabajoso. La velocidad de giro del cabezal hace que la limpieza dental se complete en menos tiempo que con el manual.
- Los cepillos eléctricos son más eficaces para eliminar la placa dental bacteriana y para prevenir el sarro. Se ha demostrado que el cepillo eléctrico elimina más cantidad de placa bacteriana que el manual.
- El cepillo eléctrico es ideal para el uso por pacientes que realizan un cepillado traumático y en pacientes que han sufrido tratamientos de estética dental.
- Son una solución ideal para las personas que tienen artritis con dolor, a quienes se les dificulta levantar el brazo durante dos minutos para cepillarse adecuadamente los dientes. Según la Asociación Dental Americana, personas con movilidad reducida en hombros, brazos y manos pueden beneficiarse de las características del cepillo eléctrico.
- A muchos padres les ha ayudado para convencer a sus hijos de que se cepillen los dientes, pues los niños lo consideran divertido y esto les motiva a lavarse los dientes.
En resumen, el uso del cepillo eléctrico es más eficaz que el del cepillo de dientes manual.
Desventajas del cepillo eléctrico:
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Uno de los puntos negativos del eléctrico son las encías sensibles: el eléctrico es bastante agresivo con ellas y con el manual podemos controlar mejor el roce de las cerdas con las encías. Cuando hay enfermedad periodontal, no conviene utilizar el cepillo eléctrico hasta que se haya resuelto el problema, ya que la fuerza rotatoria del cabezal puede hacer que se retraiga la encía.
- Sus cerdas duran igual que las de un cepillo tradicional.
- Debes recargarlo cada 4 o 5 días, sin batería no funciona.
- Su precio es mayor en comparación con un cepillo de dientes manual
Las razones para elegir uno u otro no faltan, pero la decisión final es tuya dependiendo de tus preferencias. Si te decides por el cepillo eléctrico y estás pensando en comprar uno, te recomiendo Oral-B. Es la marca de cepillos eléctricos más aconsejada por los dentistas de todo el mundo y además la que yo uso. Te puedo asegurar que es el mejor que he probado. Hace más de 12 años que empecé a usar Oral-B y sólo he tenido que cambiarlo una vez, porque me cayó al suelo, se rajó y perdió la estanqueidad.
Como precaución, lo tiré y compré otro que continúa sin darme problemas. Y si lo que quieres es comprar un cepillo (además de calidad) con un precio muy económico, cómodo y fácil de usar, te recomiendo el modelo Oral-B Vitality Precision Clean. Además, este modelo es compatible con todos los tipos de cabezales, excepto Sonic. En Amazon podrás ver muchos modelos y comparar precios.
Y si compras otra marca, intenta elegir los que tienen el sello de la ADA (Asociación Dental Americana) o de la Asociación Dental de tu país, y no te olvides que debes cambiar la parte del cepillo cada tres o cuatro meses, como lo haces con un cepillo manual.
Fuentes:
Sanitas, Vida y Salud.com, imujer.com, Culturizando.com, Dr Xavier Riaud en inmf.org, Tuodontologa.com y elmundo.es
Foto Portada:
Adjusting to New Dentures by Kathy McGraw
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