Una dieta no significa necesariamente comer poco, sino que es un régimen alimenticio. Existen dietas para bajar o subir de peso y también las hay para mantener un peso adecuado.
Etimológicamente, la palabra «dieta» proviene del griego «dayta», que significa «régimen de vida». Es sinónimo de régimen alimenticio (conjunto y cantidad de los alimentos que se consumen habitualmente). También puede referirse al régimen que en determinadas circunstancias realizan personas sanas, enfermas o convalecientes en el comer, beber y dormir.
No se sabe a ciencia cierta cuándo ni cómo empezaron con la idea de las dietas las personas, pero las dietas han estado presentes desde hace muchos años y generaciones. Personas de todas partes del mundo controlan su alimentación bien por razones de salud o de estética. El sobrepeso generalmente trae muchas enfermedades, y muchas personas intentan controlar su peso y lo que comen.
Historia de las dietas humanas
Parece ser que algunos homínidos europeos (el Homo antecessor) practicaban el canibalismo. Así lo prueban los yacimientos arqueológicos de la Sierra de Atapuerca (España) al estudiar las marcas en los restos óseos encontrados en la cueva de la Gran Dolina. Posiblemente esta práctica no se debía a la ausencia de alimentos o a prácticas rituales, sino al denominado «canibalismo gastronómico». Es la referencia más antigua del canibalismo en Europa (más de 800.000 años de antigüedad).
Puede que, debido a sus limitaciones biológicas, la especie humana inventara armas para poder cazar a otros animales y descubriera cómo producir fuego para cocinar. Las características fisiológicas de la actual especie humana «Homo sapiens» (el erguirse sobre dos piernas, la morfología de la mandíbula y dientes o de la mano) condicionaron su dieta y facilitaron las técnicas de recolección y caza, predominando el consumo de alimentos de origen animal.
Durante el Neolítico desarrollaron los métodos agrícolas y ganaderos, pasando de ser trashumante a sedentario, y su dieta fue más variada.
En Occidente, desde la antigüedad hasta principios del siglo XX, los kilos de más se asociaban al buen comer y se interpretaban como un signo de buena salud y comodidad material y social. En cambio, la obesidad siempre se ha visto como un impedimento para la realización de las tareas cotidianas y como un factor perjudicial para la salud.
Las dietas existen desde tiempos inmemoriales…
En la Antigüedad, los griegos y los romanos ya practicaban dietas que asociaban el ejercicio físico y las restricciones alimenticias.
En la antigua Grecia, la dieta era un componente del arte del buen vivir (una técnica de la existencia cuyos secretos podían ser conocidos y practicados por cada persona en particular). En las sociedades contemporáneas la persona ignora las bases de la dietética (rutinas para evitar enfermedades y conformar un cuerpo que responda estrictamente a los cánones establecidos por los medios de difusión.
Los antiguos no concibieron la dieta como una obediencia ciega al saber de otro. Aunque se hacía caso a los consejos del médico, cada uno debía observarse a sí mismo y anotar qué alimento, qué bebida y qué ejercicios eran los más convenientes. Platón distinguió dos tipos de médicos: los que son buenos para los esclavos y se limitan a prescribir dietas sin dar explicaciones, y los que se dirigen a los hombres libres, que conversan y dan razones mediante argumentos.
En el siglo V A.C. Hipócrates, conocido como el padre de la medicina, aconsejó a los obesos de temperamento sanguíneo:
- Permanecer desnudos el mayor tiempo posible
- No bañarse
- Dormir en una cama dura
- Hacer ejercicios o trabajos que requiriesen el uso de la fuerza. No comer hasta que los venciera el cansancio.
- Consumir platos ricos en grasas y con condimentos grasos, a fin de saciarse con poca comida.
- No beber antes de las comidas, salvo un poco de vino diluido y no muy frío.
- Ingerir alimentos secos la mayor parte del año (en razón de su composición húmeda) si se tenía un temperamento sanguíneo, complexión roja y laxitud muscular.
- Comer una sola vez al día.
Sorano de Éfeso, médico del siglo II D.C. que emigró a Roma, pensaba que los individuos gordos eran perezosos e inactivos. Les prescribió:
- Dormir lo menos posible, presentarse a concursos de canto o de poesía, e incluso viajar.
- Hacer el máximo ejercicio posible.
- Tomar el sol, baños muy calientes, masajearse y exponerse al calor vivo.
- Comer solo una vez al día y solo un plato frío a base de verduras, con un poco de pescado o carne seca, chicharrones o pan duro.
- Evitar los alimentos demasiado buenos o muy bien elaborados a base de leche, sesos, huevos, pescado fresco, así como los alimentos grasos.
- Tomar laxantes, vomitivos y aplicarse cataplasmas irritantes en el pecho, en caso de que los consejos precedentes fuesen ineficaces.
En la Edad Media, los tratamientos aplicados a las personas obesas eran idénticos. El persa Abu Ali ibn Sina, más conocido en el mundo occidental como Avicena (980-1037), fascinó a su tiempo por el dominio y el conocimiento que poseía en todos los campos científicos y filosóficos. No sólo fue un filósofo de conocimientos enciclopédicos que destacó como poeta, científico y matemático, sino también uno de los principales médicos de todos los tiempos, por lo que sus alumnos y seguidores le llamaron el príncipe de los médicos. Recomendaba el consumo de grandes cantidades de alimentos poco nutritivos para engañar el apetito. Asimismo, aconsejaba tomar baños antes de las comidas, practicar mucho ejercicio e ingerir purgantes para impedir la digestión.
En Occidente, en esta época, más que el sobrepeso, fue el pecado de gula el que se condenó desde un punto de vista moral y religioso. Se supone que la glotonería conduce al infierno.
La literatura universal de la época cuenta con varios ejemplos de este castigo moral. El francés Rabelais presentó a un personaje (Gargantúa) que tenía dieciocho papadas y un temperamento flemático. Shakespeare creó a Falstaff, un glotón vividor que tenía una tumba tres veces más ancha que las demás.
Desde finales de la Edad Media, la medicina empezó a separarse de lo religioso y lo moral. Los médicos afrontaron la relación entre peso y alimentación desde un enfoque «científico» y se propusieron evaluar el consumo alimenticio, la pérdida de peso y el gasto energético.
En el siglo XVIII, a partir de 1700, las tesis de medicina referentes a la obesidad se multiplicaron, quizá a causa del incremento del número de obesos. Se sospechaba entonces que la holgazanería, la glotonería y el lujo podían causar la obesidad.
El doctor inglés Thomas Short aconsejó en 1727:
- Cuando se tiene tendencia al sobrepeso, se debe elegir un lugar para vivir que no sea demasiado húmedo; evitar los países llanos y lluviosos, las regiones pobladas de árboles, y las ciudades.
- Hacer ejercicio para aumentar la transpiración.
- Dormir poco.
- Evacuar mucho, utilizar laxantes si la situación lo requiere.
- Evitar los grandes arrebatos pasionales.
- Optar por la comida no grasa y consumirla en proporciones moderadas. Las carnes y pescados se encuentran entre los menos nutritivos.
En París, el doctor Antoine Petit enunció en 1765 (siguiendo el mismo criterio) unos principios que aconsejaban:
- Evitar el uso inmoderado de las mujeres.
- Tomar un baño de un cuarto de hora o más cada ocho días y después secarse y frotarse con una franela.
- Vigilar la alimentación y consumir mucho vinagre, vino blanco, preferentemente Champagne, y un café solo después de cenar.
En Inglaterra, el doctor Malcom Flemyng en 1760 aconsejó consumir jabón, porque es diurético y disuelve las sustancias grasas.
En el siglo XIX se progresó en la comprensión de la calorimetría y el trabajo muscular. Pero no por ello los regímenes que se prescribían se pueden considerar más racionales, como puede leerse en este resumen del «Régimen seco del Doctor Dancel» (París, 1849):
- Beber lo menos posible.
- Evitar los alimentos ricos en agua, como la fruta fresca, los espárragos, las espinacas, las acederas, las coliflores, las zanahorias y los nabos.
- Comer el máximo de carne posible.
- Consumir muchas patatas, judías blancas, pan y frutos secos.
A principios del siglo XX, en el siglo pasado surgieron nuevos criterios de belleza. El requisito femenino de estar delgada y el desarrollo del comercio y de las actividades relacionadas, dio paso a muchos regímenes para adelgazar y aparecieron los antecedentes de las actuales dietas, basados en las restricciones draconianas o en la alimentación selectiva. Algunos ejemplos:
La cura del ayuno, de principios del siglo XX:
- No comer.
- Beber agua e infusiones calientes a voluntad a lo largo del día.
- De 2 a 4 días, por las mañanas, 40 gramos de sulfato sódico en ¾ de litro de infusión de malva o regaliz, o beber una botella de agua mineral caliente. O bien aceite de ricino, un purgante excelente.
- Evitar el frío y el cansancio.
La cura de la leche del doctor Leven, en la década de 1920:
- Los dos primeros días ingerir sólo 10 tazas de infusión de malva, tila o naranjo y endulzar al gusto.
- Del tercer al décimo día alimentarse de leche tibia o caliente aromatizada con vainilla, caramelo, naranjo o café. Después de cada toma, enjuagarse cuidadosamente con agua hirviendo.
- Del undécimo al trigésimo día: reintroducir progresivamente los alimentos sólidos.
La historia de las dietas en el siglo XX es muy variada. En los comienzos de los años 30 se hizo muy popular la dieta de las uvas. Expertos de la época creían que las algas marinas y las uvas eran la mejor opción para bajar de peso. Por desgracia, los resultados de esta dieta fueron malos y las personas retomaron sus métodos para perder peso.
Hace apenas ochenta años, la barriga era considerada como una marca de riqueza, vigor y respetabilidad social. Nada resultaba menos atractivo que una mujer huesuda, laxa, de rostro lánguido y piernas delgadas. No se juzgaba a la grasa como «inútil» ni perjudicial sino todo lo contrario, como una evidencia de jovialidad, energía y holgada posición social.
Las dietas para adelgazar empiezan en el período de entreguerras y forma parte de una compleja operación en la que el cuerpo se rehabilita frente a una tradición cristiana que lo hacía blanco de permanente sospecha, y en la que los modelos de salud y belleza comienzan a ser asociados a la delgadez y no a la figura corpulenta y rolliza. En los años 40 y 50, las dietas tomaron otro rumbo. Se introdujeron al mercado las primeras píldoras de dieta. Muchos fabricantes promovieron sus productos en la radio con mucha publicidad.
Tras unos años, las personas descubrieron que las píldoras tenían serios efectos en su salud. Este descubrimiento llevó a los expertos a recomendar volver a los métodos más naturales, como los ejercicios y comer sano y ligero. Muchos dejaron de tomar las píldoras, pero otros continuaron pues veían en las píldoras una forma rápida y fácil de bajar de peso ya que pasaban la mayor parte de su tiempo trabajando. Esta fiebre de la delgadez no ha parado de crecer desde la década de 1960.
La preocupación por imponer una alimentación más ligera en el siglo XX, ha ido de la mano de un nuevo ideal de belleza. Si el traje antiguo ocultaba y aprisionaba a un cuerpo relacionado negativamente por el cristianismo, la renovada figura que se impuso en el período de entreguerras admitió faldas más cortas y medias que realzaban las piernas. Durante el verano las familias comenzaron a sentarse a la mesa en traje de baño, sin ocultarse ante la mirada de sus hijos.
Las revistas femeninas recomendaban a las mujeres permanecer atractivas si querían conservar a sus maridos, y establecían que diariamente ejercitaran sus abdominales y comieran carnes asadas a la parrilla y legumbres verdes. La revista francesa Marie Claire recibió muchas cartas de protesta porque «se pedía demasiado de la mujer», y porque la cosmética tan puntillosa (el rojo brillante de los labios, las cremas y las sombras de color para la cara) antes eran patrimonio exclusivo de las mujeres «de vida alegre», mientras que a partir de ese momento realzar los propios encantos parecía convertirse en una operación «honesta». La explosión publicitaria aceleró bruscamente la adopción de prácticas corporales que los médicos venían preconizando desde comienzos de siglo.
A mediados de 1960 la publicidad extendió los hábitos veraniegos de la burguesía al ideal de la vida cotidiana. Hombres y mujeres en traje de baño, junto a una piscina y con una cancha de tenis en segundo plano figuraban como los nuevos arquetipos de belleza: ya no era la barriga «respetable» del discreto padre de familia sino el cuerpo delgado y atlético del tenista sonriente. Se generalizó el uso de ropa deportiva en la calle y en la oficina, y volver bronceado de las vacaciones se volvió una tarea «de primera necesidad».
La necesidad de las dietas para adelgazar (debida al cambio de mentalidad que empieza a observarse particularmente en el período de entreguerras) puede que sea uno de los medios de disciplina fundamentales de las sociedades contemporáneas y, en particular, de las mujeres menores de cuarenta años. La bulimia y la anorexia, enfermedades resultantes del exceso y de la disminución en la alimentación para ajustarse a un ideal esquelético de figura femenina, fueron enfermedades desconocidas con anterioridad al siglo XX.
Mucha gente se obsesionó con las dietas durante estos años. Se hizo a la mujer muy susceptible a asociar la delgadez con la belleza y trató de bajar de peso drásticamente dejando de comer. La anorexia nerviosa fue record a principio de los años 70. Las mujeres con una percepción distorsionada de sus cuerpos cayeron es esta enfermedad como resultado de una dieta extrema. La anorexia se cobró muchas vidas durante esos años. Las personas que querían bajar de peso pasaban días muriéndose de hambre lo que les condujo a la muerte.
Mientras el crecimiento de la economía global se relaciona con el incesante aumento de personas indigentes que no acceden a una alimentación que cubra sus necesidades básicas, en los países desarrollados la obesidad se considera una epidemia que anualmente ocasiona miles de muertos a través de las enfermedades asociadas con el exceso de peso. Estudios difundidos por la Asociación Médica Estadounidense (AMA) afirman que la obesidad mata en Estados Unidos a unas 300.000 personas por año, y que si la tendencia sigue creciendo, en el año 2230 más del 90% de la población será obesa.
En Europa, el país con más obesos es Alemania, seguido de Inglaterra, Suecia y Finlandia, países donde la literatura vinculada con los regímenes para adelgazar ha superado con creces el papel comprometido en la reimpresión de las sagradas escrituras.
Algunas de las causas de la nueva «epidemia» se basan en los cambios producidos por las tecnologías relacionadas con el confort: el uso del automóvil, de los electrodomésticos, de los portales electrónicos y, sobre todo, del control remoto. Todo este confort nos hace cada vez más sedentarios, y los nuevos hábitos de alimentación (comida rápida, grasa y pesada) incrementan las posibilidades de contraer un amplio abanico de enfermedades (coronarias, cáncer, Parkinson y Alzheimer, entre otras) que prácticamente son desconocidas en países (como China o Japón) en los que no se superan las 2000 o 2200 calorías diarias.
A los regímenes para perder peso se han ido añadiendo otros métodos como la psicoterapia, inhibidores del hambre, sustitutivos de las comidas, los productos light e incluso la cirugía.
La carga del sobrepeso ha afectado a una proporción relativamente moderada de la población mundial por cientos de años, pero la obesidad clínica (azote actual de la raza humana) se consideró relativamente rara hasta que en el año 1980 su incidencia comenzó a aumentar dramáticamente. Para el año 1992, una en cada diez personas en la Gran Bretaña tenía sobrepeso, y en menos de cinco años esa cifra se duplicó.
En Estados Unidos la situación fue peor. En el año 1991, uno de cada tres adultos se consideraba obeso, un aumento del 8% en diez años a pesar de que los americanos se estaban gastando en la industria dietética 33 mil millones de dólares tratando inútilmente de perder peso.
Todo esto ha ocurrido a pesar de que los conocimientos científicos han avanzado, de que la concientización y educación acerca de la obesidad es general, y de que el énfasis en la nutrición y el ejercicio se han convertido en pasión para muchos. Ha sucedido a pesar de que el consumo calórico de la población ha disminuido un veinte por ciento en los últimos diez años y de que el número de los gimnasios ha crecido enormemente. Y a pesar de que más personas que nunca, en la historia, cuentan y reducen las calorías consumidas, más y más gente aumenta de peso inexorablemente. Hoy existe una pandemia de obesidad en el mundo industrializado.
La divulgación contemporánea de las dietas para adelgazar (que un antiguo consideraría propia de esclavos y no de hombres libres) lleva a muchas mujeres a evitar disfrutar de la comida y comer con culpa. La satisfacción narcisista de la autocontemplación funda una nueva forma de habitar el cuerpo. No parece casual que del sinfín de productos dietéticos «light» se haya derivado la caracterización del posmodernismo como una cultura hedonista por fuera y disciplinaria por dentro, autónoma en la superficie pero heterónoma en sus crecientes exigencias de privación y sacrificio.
Por otro lado en el mundo actual ser delgada pasa a ser sinónimo de belleza, es por eso que las mujeres tratan de verse más atractivas controlando su peso mediante diferentes dietas y así poder lucir un cuerpo escultural.
Tipos de dietas
Desde el punto de vista cultural, y en función del origen biológico de los alimentos, las dietas humanas contemporáneas pueden ser:
- Dieta vegetariana. No se consume carne ni pescado. Los motivos pueden ser variados: económicos, religiosos, ideológicos, éticos (veganismo), ecológicos o de salud. Hay diferentes tipos de vegetarianismo: en el que no se consume ningún producto procedente de un animal (vegetarianismo estricto) y en los que no se consumen productos que proceden de animales excepto la leche (lactovegetarianismo), huevos (ovovegetarianismo) o miel (apivegetarianismo).
- Dieta omnívora. Cuando se consumen alimentos de origen animal y vegetal. Es el tipo de dieta más frecuente en la especie humana.
- Dieta carnívora. Cuando los alimentos de procedencia animal son los predominantes. Es común en la especie humana.
Alimentos según nuestras necesidades básicas
- Alimentos que ayudan al crecimiento: carne, pescado, legumbres y huevos (proteínas).
- Alimentos con gran aporte energético: pasta, pan, arroz y dulces (hidratos de carbono).
- Alimentos ricos en vitaminas: frutas y verduras.
Principales vitaminas
- Vitamina A. Relacionada con la vista (leche, zanahorias, tomate…)
- Vitamina B. Interviene en muchas reacciones químicas (carne, pescado, plátanos…)
- Vitamina C. Esencial para el crecimiento de muchos tejidos (frutas, coliflor, patatas…)
- Vitamina D. Interviene en el crecimiento (huevos, pescados…)
- Vitamina E. Necesaria para la fertilidad (huevos, aceites vegetales…)
- Vitamina K. Interviene en la coagulación de la sangre (hígado, espinacas, lechuga…)
Este último grupo, lo forman las substancias que permitirán a nuestro organismo usar de forma correcta las otras y desarrollar sus funciones de forma adecuada. Son sustancias sin valor energético, denominadas reguladoras. Son las vitaminas y determinados minerales, necesarios en cantidades muy pequeñas pero imprescindibles para el correcto funcionamiento del metabolismo en general.
Desde el punto de vista nutricional, las actuales dietas humanas pueden ser:
- Dietas basales. En las que no se realizan modificaciones en cuanto a su composición en nutrientes o en energía. Son las dietas que siguen las personas sanas y enfermas.
- Dietas terapéuticas. En las que se altera la composición en nutrientes o energía ante una enfermedad o situación patológica. Estas dietas se subdividen a su vez en:
- Dietas modificadas en energía. Normalmente se distribuye la cantidad de energía aportada en la dieta (dietas hipocalóricas). Son las que se aplican en situaciones de sobrepeso y obesidad.
- Dietas modificadas en proteínas. Pueden aportar mayor cantidad de proteínas que las recomendadas para las personas sanas (dietas hiperprotéicas) en situaciones de malnutrición (bajo peso, anorexia, etc.) o aportar menos cantidad (dietas hipoprotéicas), en ciertas enfermedades renales. Un tipo especial de estas es la dieta sin gluten, específica para la enfermedad celíaca.
- Dietas modificadas en carbohidratos. Cuando se restringe la cantidad de carbohidratos y se genera una situación de cetosis, como en las dietas cetogénicas. Están señaladas en ciertos casos de epilepsia o de obesidad mórbida. En otros casos se incluyen alimentos atendiendo al tipo de carbohidrato para obtener dietas de bajo índice glucémico.
- Dietas modificadas en fibra alimentaria. Pueden ser con altos contenidos en fibra (dieta alta en fibra) indicadas en los casos que hay reducción de la motilidad intestinal, o con bajos contenidos de fibra (dieta sin residuos), señaladas para situaciones previas a una intervención quirúrgica o a una prueba de exploración.
- Dietas modificadas en elementos minerales. Cuando se reduce de forma importante la cantidad aportada de sodio (eliminando la sal común o aportando alimentos pobres en sodio) se tiene la dieta hiposódica. Se prescribe en algunas enfermedades renales y en ciertas cardiopatías (hipertensión arterial).
Una dieta no significa necesariamente comer poco, sino que es un régimen alimenticio. Existen dietas para bajar o subir de peso y también las hay para mantener un peso adecuado.
La dieta saludable y equilibrada
La dieta es colectiva, es decir, se adapta a las necesidades y a las características de las personas. En cada etnia se sigue un patrón común a casi todos los individuos, de forma que se configura una dieta típica de una sociedad o cultura. Un claro ejemplo es la conocida popularmente como «dieta mediterránea», atribuida al estilo de vida seguido en algunos países de la costa mediterránea. Para que cualquier dieta se considere saludable y equilibrada, se debe basar en el consumo de una amplia variedad de alimentos.
No existe un único alimento que contenga todos los nutrientes necesarios. Es muy importante tener en cuenta que para llevar a cabo una dieta saludable no se debe de excluir ningún tipo de nutriente, y se debe acompañar de un régimen de actividad física para tener óptimos resultados y ser saludables cada día.
Para que la población tenga una referencia sobre las pautas dietéticas más apropiadas y pueda alcanzar y mantener un adecuado estado de salud, algunas instituciones públicas proponen unas guías y objetivos dietéticos, donde suele haber unos recursos gráficos basados en la clasificación de los alimentos según sus características nutricionales, que facilitan la elaboración de una dieta equilibrada. Un ejemplo de estos recursos gráficos es la rueda alimentaria.
Es un método para bajar de peso que implementa la desintoxicación del hígado como factor principal, con el fin de que nuestro cuerpo libere todas las toxinas que se han acumulado por la mala alimentación. Nuestro hígado trabajará a su máxima capacidad y ayudará a que nuestro metabolismo se acelere y nos resulte más fácil la pérdida de peso.
Es un programa de pérdida de peso que puedes comprar en Internet, creado por el doctor Charles Michael Allen y su esposa Lori Allen. Es un sistema completo de dieta y ejercicio con actividades de apoyo que te ayudan a tener mejores resultados (técnicas de control de estrés, consejo para la fijación de objetivos, etc) y que te ofrece una selección de cuatro niveles diferentes de dificultad, dependiendo de la cantidad de peso que quieras perder y de cómo de rápido quieres hacerlo:
- Principiante
- Intermedio
- Pérdida rápida de peso
- Pérdida extrema de peso
El método se divide en 2 etapas:
- Etapa 1.- Plan de desintoxicación de dos semanas. Los autores lo consideran como el paso más importante en el programa, dos semanas de comida natural. Los efectos de las dos primeras semanas son para ayudarte a eliminar las toxinas, fortalecer tu sistema inmunológico, perder el exceso de peso, aumentar tu energía, mejorar tu sueño y romper los lazos emocionales que tienes con los alimentos.
Durante estas dos semanas debes consumir frutas y vegetales ecológicos, frutos secos crudos, semillas crudas, legumbres ecológicas, coco y aceite de oliva. De beber, sólo agua mineral o el agua de ósmosis inversa. Los alimentos que debes evitar son la carne, el pescado, productos lácteos, huevos, pan, cereales, azúcar y edulcorantes artificiales.
Durante las dos primeras semanas, no tienes que hacer ningún ejercicio fuerte y en su lugar se recomienda caminar durante 30 a 60 minutos diarios, preferiblemente al aire libre.
Además de perder peso rápidamente también se incorporan (por lo menos) tres días de «la dieta de la limonada» (también conocida como «el limpiador maestro». Esto implica el ayuno con una bebida que contiene jugo de limón fresco, jarabe de arce y pimienta de cayena.
- Etapa 2.- El estilo de vida de 10 semanas de antidieta. Después de las primeras dos semanas viene el «estilo de vida antidieta», un total de doce semanas. Esta dieta se basa en proteínas magras, hidratos de carbono con bajo índice glucémico, grasas saludables y frutas y hortalizas frescas.
Te recomiendan seguir las 5 reglas siguientes:
- Come la mayor parte de las calorías bien temprano.
- Consume pocas y frecuentes cantidades de comida.
- Come algo crudo en cada comida.
- «Haz trampa» una vez por semana.
- Bebe mucha agua.
Si no has alcanzado tu meta al final del programa de doce semanas de «El factor quema grasa» se te anima a evaluar tu progreso, aprender de tus experiencias y empezar desde el principio otra vez, indicándote consejos extras que, esta vez si, te llevaran al éxito.
Alimentos recomendados
Frutas y verduras, granos enteros, legumbres, frutos secos, semillas, productos ecológicos y productos lácteos bajos en grasa, carne de pastoreo y pollo ecológicos, salmón, atún, huevos ecológicos de gallinas camperas, aceite de oliva, aceite de coco, aceite de semilla de lino frescas, mantequilla, jarabe de arce, miel, stevia, proteína de suero de leche, proteína de cáñamo e infusiones de hierbas.
De acuerdo con el plan de Factor quema grasa, el ejercicio es un elemento muy importante en un plan de pérdida de peso, pues aumenta el metabolismo, construye y tonifica los músculos, reduce el estrés y mejora la autoestima.
El Programa Factor quema grasa incluye:
Tres entrenamientos de fuerza de 12 semanas (separados para los principiantes, intermedios y avanzados).
Los entrenamientos duran entre 35 a 60 minutos y empezarás a hacer ejercicio tres veces a la semana.
Los ejercicios se realizan en su mayoría con máquinas y se proporcionan animaciones de vídeo de todos los ejercicios.
También se incluyen ejemplos de entrenamientos cortos de 15 minutos que puedes hacer cuando tienes poco tiempo.
Después de doce semanas se puede agregar el ejercicio a su rutina de cardio para aumentar la pérdida de peso con entrenamiento de intervalos de alta intensidad que se recomienda para obtener resultados rápidos. También se recomienda Yoga, Tai Chi y Pilates como método para reducir el estrés.
- Puedes elegir entre cuatro opciones de dieta en función de tus objetivos.
- El programa de ejercicios está personalizado a un nivel actual de la persona de condición física.
- Incita a tomar alimentos ecológicos y frutas y hortalizas frescas.
- Anima a establecer y mantener un diario para tener más éxito en la pérdida de peso ideal.
- La dieta incluye recetas y una lista de compras.
- Reconoce la importancia de la gestión del estrés y la relajación.
- Proporciona asesoramiento sobre la creación de un estilo de vida de control de peso.
- Puede ser más caro comer alimentos ecológicos.
- Puede requerir más tiempo la preparación de las comidas y la planificación de la estrategia.
- Las opciones más avanzadas requieren por lo menos tres días de estrategia de alimentación un poco duras.
- Debes pertenecer a un gimnasio o tener equipos de gimnasia en casa para llevar a cabo el régimen de ejercicio recomendado.
Este es un buen plan de pérdida de peso, que puede ser personalizado para adaptarse a una variedad de objetivos y niveles de condición física.
Si quieres saber más sobre el programa del Dr. Charles Michael Allen
Si deseas más información Pulsa Aquí
Fuentes:
Dra. B. Sénemaud – nutricion.doctissimo.es
Roxana Kreimer
Wikipedia
Deja un comentario