En la actualidad, las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de mortalidad en España.
Cada vez que el corazón late, bombea sangre hacia las arterias y la presión es más alta (presión sistólica). Cuando el corazón está en reposo, entre un latido y otro, la presión sanguínea disminuye (presión diastólica). La presión arterial es la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de las arterias.
En la lectura de la presión arterial se utilizan ambas mediciones (la sistólica y la diastólica, más conocidas como «máxima» y «mínima»). Se mide en milímetros de mercurio (mmHg). La tensión arterial se clasifica como:
- Hipotensión: menos de 80/60 mmHg
- Normal: menos de 120/80 mmHg
- Prehipertensión: 120/80 a 139/89 mmHg
- Estadio 1 de hipertensión: 140/90 a 159/99 mmHg
- Estadio 2 de hipertensión: 160/109 a 179/109 mmHg
- Estadio 3 de hipertensión: mayor de 179/109 mmHg
Por su nombre, parece que la hipertensión (presión arterial alta) y la hipotensión (presión arterial baja) son enfermedades con efectos contrarios en nuestro cuerpo, pero eso no es del todo exacto. La hipertensión es una enfermedad que no provoca síntomas, daña lentamente a nuestro cuerpo y sus consecuencias son graves a largo plazo. La hipotensión da síntomas con mucha frecuencia y en ocasiones puede suponer un riesgo grave e inmediato para la vida.
TENSIÓN ARTERIAL ALTA O HIPERTENSIÓN
La tensión arterial alta (HTA) o hipertensión arterial es una patología crónica que consiste en la elevación persistente de la presión arterial. Una de las características de esta enfermedad es que no presenta una sintomatología clara, y dichos síntomas no se manifiestan durante mucho tiempo. Es conocida como «la muerte silenciosa». Muchas personas ni siquiera saben que tienen esta enfermedad.
La hipertensión es una patología tratable pero, de no hacerlo, la presión arterial alta aumenta apreciablemente el riesgo de un ataque al corazón o un accidente cerebrovascular (trombosis, embolia y hemorragia cerebral). Se diagnostica cuando una de las mediciones (la máxima o la mínima) o ambas son altas.
Puede causar serios problemas si no se siguen las recomendaciones del médico. La hipertensión, por tanto, es la señal de alerta de un mayor «riesgo cardiovascular». Por eso, aunque la persona se encuentre perfectamente debe tomar medidas para su control. Un tratamiento correcto y mantenido disminuye el riesgo individual.
Se pueden desencadenar complicaciones graves como hemorragia o trombosis cerebral, infarto de miocardio, angina de pecho o insuficiencia cardíaca, insuficiencia renal, hemorragia o infarto cerebral y, a la larga, demencia, lo que se puede evitar si se controla adecuadamente. Se puede controlar con un estilo de vida saludable y, en caso necesario, con medicamentos.
La hipertensión puede afectar a la salud de cuatro maneras principales:
- Endurecimiento de las arterias. Las primeras consecuencias de la hipertensión las sufren las arterias, que se endurecen a medida que soportan la presión arterial alta de forma continua; se hacen más gruesas y puede verse dificultado al paso de sangre a través de ellas.Esto se conoce con el nombre de arterioesclerosis. La presión en el interior de las arterias puede causar engrosamiento de los músculos que recubren la pared arterial y estrechamiento de las arterias. Si un coágulo de sangre obstruye el flujo sanguíneo al corazón o al cerebro, puede producir un ataque al corazón o un accidente cerebrovascular.
- Agrandamiento del corazón. La presión arterial alta hace trabajar más al corazón. Al igual que cualquier otro músculo del cuerpo que se someta a un exceso de ejercicio, el corazón aumenta de tamaño para poder realizar el trabajo adicional.Cuanto más grande sea el corazón, más sangre rica en oxígeno necesitará, pero menos podrá mantener una circulación adecuada. Por esto, la persona afectada se sentirá débil y cansada y no podrá hacer ejercicio ni realizar actividades físicas. Sin tratamiento, la insuficiencia cardíaca seguirá empeorando.
- Daño renal. La presión arterial alta prolongada puede lesionar los riñones si el riego sanguíneo de estos órganos se ve afectado.
- Daño ocular. En los diabéticos, la hipertensión puede generar rupturas en los pequeños capilares de la retina del ojo, ocasionando derrames. Este problema se denomina «retinopatía» y puede provocar la ceguera.
Un 20% ó 30% de la población adulta española tiene hipertensión arterial y en mayores de 60 años la frecuencia sube a un 40% ó 50%. Según datos de la Sociedad Española de Hipertensión – Liga Española para la Lucha contra la Hipertensión Arterial (Seh-Lelha), en España existen más de 14 millones de personas con hipertensión. De esta cantidad, 9,5 millones no están controlados y 4 millones están sin diagnosticar.
CAUSAS
En la mayoría de los casos no se han encontrado causas específicas. La presión arterial alta es ocasionada por un estrechamiento de unas arterias muy pequeñas llamadas «arteriolas» que regulan el flujo sanguíneo en el organismo. A medida que las arteriolas se estrechan o contraen, el corazón tiene que esforzarse más por bombear la sangre a través de un espacio más reducido, y la presión dentro de los vasos sanguíneos aumenta.
La mayoría de las personas que sufren de hipertensión no presentan síntomas. En algunos casos, pueden sentirse palpitaciones en la cabeza o el pecho, mareos y otros síntomas físicos. Cuando no hay síntomas de advertencia, la enfermedad puede pasar desapercibida durante muchos años.
Del 90% al 95% de todos los casos de presión arterial alta constituyen la llamada hipertensión primaria o esencial.
La hipertensión se relaciona con algunos factores que hacen que se tenga mayor riesgo de padecerla: antecedentes familiares, obesidad, consumo elevado de sal, alcohol, tabaco, falta de ejercicio y estrés, son algunos de ellos. Estos factores suelen estar presentes en la mayoría de las personas que la sufren y se pueden dividir en dos grupos:
- CAUSAS NO MODIFICABLES
Son las relacionadas con la herencia genética, el sexo, la edad y la raza:
- Factores genéticos. La predisposición a desarrollar hipertensión arterial está vinculada a que un familiar (o ambos) de primer grado tenga esta patología. Aunque se desconoce el mecanismo exacto, estudios científicos han demostrado que cuando hay antecedentes familiares de hipertensión, las posibilidades de desarrollar la enfermedad son el doble que las de otras personas con familiares sin problemas de hipertensión.
- Sexo. Los hombres tienen más predisposición a desarrollar hipertensión arterial que las mujeres hasta que éstas llegan a la edad de la menopausia. A partir de esta etapa la frecuencia en ambos sexos se iguala. Esto se debe a que los estrógenos de la mujer la protegen mientras está en la edad fértil y tienen menos riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, las mujeres jóvenes que toman píldoras anticonceptivas tienen más riesgo de desarrollar una patología cardiaca.
- Edad. La edad es otro factor que influye en la presión arterial, pues tanto la máxima como la mínima aumentan con los años pues los vasos sanguíneos se debilitan con los años y pierden su elasticidad.
- Raza. Las personas de raza negra tienen el doble de posibilidades de desarrollar hipertensión que los de raza blanca, además de tener un peor pronóstico. Tienen una mayor incidencia de hipertensión arterial que los blancos, y la enfermedad suele aparecer a menor edad y ser más grave.
Se pueden cambiar variando los hábitos, ambiente y costumbres de las personas:
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Niveles altos de ansiedad y estrés. Según algunos estudios, el estrés, la ira, la hostilidad y otras características de la personalidad contribuyen a la hipertensión, pero los resultados no han sido siempre uniformes. El estrés es una de las principales causas de la hipertensión, por lo que es necesario enfrentarse al estrés.
El estrés es la respuesta del cuerpo a estímulos intensos, como temperaturas frías, ruidos, conflictos, etc. Esto estimula el sistema nervioso central (parte del sistema nervioso autónomo) y libera las hormonas del estrés (epinefrina, norepinefrina y cortisol) de la corteza y de la médula suprarrenal.
Existen situaciones de estrés «positivo» (eustrés) que estimulan las actividades cotidianas y de estrés «negativo» (distrés). En una situación de distrés, las respuestas del cuerpo al estrés están desbordadas y en el caso de una reacción crónica puede afectar negativamente a la evolución de la hipertensión y la arterioesclerosis.
El ruido, la presión de la responsabilidad, la agitación, la falta de reconocimiento, el miedo a perder el sustento, los problemas familiares o las preocupaciones del trabajo: todo ello puede desencadenar el estrés.La respuesta al estrés prepara nuestros cuerpos para situaciones difíciles. La presión arterial sube, la respiración se acelera, el corazón late más deprisa y los músculos se vuelven más tensos. Una vez ha pasado el «peligro», el cuerpo puede relajarse de nuevo y sacar nuevas fuerzas. Sin embargo, el estrés constante nos puede enfermar.
Por ello, hay que aprender a enfrentarse al estrés. En caso de padecer hipertensión, el reposo y la relajación suficiente son especialmente importantes. Las personas hipertensas deben procurar dormir lo suficiente, gozar de vacaciones de descanso y de tiempos de ocio relajantes y evitar la inquietud y los conflictos de la vida cotidiana.
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Sobrepeso y obesidad. La obesidad y la hipertensión arterial son dos factores de riesgo que comúnmente se pueden ver asociadas. Conforme aumenta el peso, se eleva la tensión y es mucho más evidente en los menores de 40 años y en las mujeres. La obesidad o sobrepeso es una enfermedad metabólica que afecta alrededor del 45 % de hombres y 38% de mujeres de los países desarrollados.
Lamentablemente en los últimos tiempos la humanidad ha cambiado sus hábitos alimentarios, reemplazando los alimentos frescos por los ya elaborados ricos en grasas y sodio. Esto ha promovido también la aparición de la hipertensión arterial.
La elevación de la tensión es directamente proporcional al sobrepeso. Las personas obesas tienen entre 2 ó 3 veces más riesgo de padecer hipertensión que las que tienen su peso normal. Un aumento de 10 kg supone una diferencia de 3 mmHg en la presión máxima y de 2.2 mmHg en la presión mínima. La frecuencia de la hipertensión arterial entre los obesos (independientemente de la edad) es entre dos y tres veces superior a la de las personas con un peso normal.
Exactamente, no se sabe si es la obesidad en sí misma la causa de la hipertensión, o si hay un factor asociado que aumenta la tensión en personas con sobrepeso, pero las últimas investigaciones apuntan a que a la obesidad se asocian otras alteraciones que serían en parte responsables del aumento de la tensión. La reducción de peso hace que desaparezcan estas alteraciones.
La obesidad aumenta la probabilidad de enfermedades cardiovasculares, renales, diabetes, hepáticas y dislipemias, entre otras. La hipertensión arterial y la obesidad o sobrepeso se encuentran íntimamente ligadas. Por ello es necesario realizar prevención y evitar complicaciones en la salud.
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Uso de anticonceptivos orales. Es fundamental realizar controles de la presión arterial antes y durante el uso de anticonceptivos orales.
Los anticonceptivos orales son el método más difundido para prevenir el embarazo y también para regular los periodos menstruales y algunas otras condiciones médicas. Se han publicado estudios en los que se indica que estos medicamentos favorecen la aparición de hipertensión arterial, ya que contienen estrógenos y progestágenos y ambas hormonas causan aumento de la presión arterial por retención de sal y de líquidos. Además, alteran el equilibrio de un sistema de hormonas llamado renina-angiotensina que interviene en la regulación de la presión arterial.
Entre el 5% y el 18% de las mujeres que usan anticonceptivos orales desarrollan hipertensión. El riesgo aumenta cuando las que los toman son hipertensas. Diversos estudios demostraron que las mujeres hipertensas que usan estos anticonceptivos tienen un riesgo más alto de infarto de miocardio y accidente cerebrovascular que las que no los usan.
El uso de anticonceptivos orales debe ser indicado y controlado por el médico para poder prevenir, por ejemplo, la aparición de hipertensión en mujeres que ya tienen otros factores de riesgo y evitar que las cifras de presión continúen aumentando en aquéllas que ya la tienen.
Los factores de riesgo para la hipertensión asociada con el consumo de anticonceptivos orales incluyen la enfermedad renal leve y la obesidad.
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Consumo excesivo de alcohol. Beber alcohol no es malo, siempre que lo hagas con moderación. Si padeces hipertensión debes hacerlo con más cuidado, ya que estas bebidas en exceso pueden ser una bomba para tu corazón.
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Consumo de tabaco. Fumar causa muchos tipos de cáncer, pero éstos representan sólo aproximadamente la mitad de las muertes relacionadas con el hábito de fumar. Mantener este hábito por un largo plazo también es una causa principal de enfermedades cardíacas, aneurismas, bronquitis, enfisema y apoplejías.
Además, ocasiona que la pulmonía y el asma empeoren. Fumar también causa daño a las arterias. Por eso muchos cirujanos vasculares se niegan a operar a los pacientes con enfermedad arterial periférica (pobre circulación de la sangre en los brazos y las piernas) a menos que dejen de fumar.
La hipertensión arterial y el tabaquismo son dos afecciones crónicas muy frecuentes que se presentan (cada una de ellas por separado) en más del 30% de la población adulta, y hasta en el 5% en forma conjunta. La hipertensión y el tabaquismo se potencian. La coexistencia de ambas enfermedades compromete la función del corazón aumentando hasta 4,5 veces el riesgo coronario.
Además, el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular es 1,5 a 2 veces superior en los fumadores hipertensos que en personas no fumadoras sanas. En los varones, el riesgo de enfermedad vascular periférica se cuadruplica respecto de los hombres que no fuman. En los pacientes con hipertensión, el consumo de cigarrillos acelera la progresión de la insuficiencia renal.
Vídeo: https://goo.gl/cSClWx
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Alimentación. Hacer cambios en la dieta es una forma comprobada de ayudar a controlar la hipertensión arterial. Estos cambios también pueden ayudar a bajar de peso y disminuir su probabilidad de sufrir una cardiopatía y un accidente cerebrovascular.
La dieta en la prevención de la hipertensión se basa en una alimentación rica en: frutas y verduras, cereales integrales, legumbres, pescado blanco y azul, carne magra o menos grasa y aceite de oliva. Para tratar la hipertensión no sólo es importante una alimentación sana sino también baja en sodio (sal).
La sal es necesaria en el organismo en pequeñas dosis, pero si se sobrepasa la cantidad adecuada se puede producir retención de líquidos y aumento de la presión arterial. Se recomienda reducir los productos en conserva o precocinados (ricos en sal), los salazones, los curtidos y los alimentos ricos en grasas saturadas (lácteos enteros, embutidos, productos cárnicos grasos (hamburguesas, salchichas, etc), bollería, pastelería… por ser perjudiciales para el corazón y, por consiguiente, alterar la presión arterial.
El tratamiento para la hipertensión requiere un cambio en el estilo de vida y está orientado a mantener unos hábitos saludables como: dejar de fumar, practicar ejercicio físico de forma moderada y regular, evitar el exceso de peso, lograr un bajo nivel de stress y llevar una dieta sana baja en sodio y pobre en grasas saturadas. A continuación detallo una serie de recomendaciones dietéticas para reducir el sodio de la alimentación diaria:
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Colesterol. La hipertensión arterial y la hipercolesterolemia (colesterol alto) están considerados entre los más importantes factores de riesgo cardiovascular, y su importancia radica en que los efectos arterioescleróticos de ambas patologías se potencian exponencialmente cuando se dan en un mismo sujeto.
El aumento en los niveles de colesterol incrementa de forma gradual y continua el riesgo vascular del hipertenso, además de contribuir al desarrollo y mantenimiento de la hipertensión arterial. La frecuencia con que se producen ambas patologías es similar en los adultos.
En la población hipertensa, existe una tendencia a presentar niveles más elevados de colesterol total (LDL-colesterol o colesterol «malo») y triglicéridos, y menores de HDL-colesterol (colesterol «bueno») que la población con cifras normales de presión arterial.
Si eres hipertenso y obeso, pequeñas disminuciones de peso (2 a 4 Kg) repercuten mucho en el control de la tensión arterial, porque la obesidad es una causa de resistencia relativa a la medicación antihipertensiva. Y si además tienes el colesterol alto se ha comprobado que influye en el riesgo de infarto.Los ácidos grasos poliinsaturados del pescado y de los aceites vegetales reducen las concentraciones de colesterol y la presión arterial.
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- Consumo de drogas. Existen drogas y toxinas que pueden propiciar la aparición de la hipertensión:
- Pegamentos e inhalantes: Pueden ocasionar arritmias y el síndrome de muerte súbita por inhalación. Se puede presentar desde el primer consumo, sobre todo con tolueno o gas butano. También pueden provocar disminución del ritmo cardiaco causando un paro. Se han registrado infartos por la combinación de espasmo coronario y falta de oxigenación por alteración del oxígeno contenido en la hemoglobina.
- Marihuana: Es la droga ilegal de mayor consumo. Puede ocasionar dependencia y síndromes psicóticos pero no se han demostrado efectos directos sobre el miocardio fuera de taquicardias.
- Cocaína: Es la segunda droga ilegal de mayor consumo y es la que causa más problemas cardiovasculares. Su consumo eleva la temperatura corporal, la presión arterial y la frecuencia cardiaca. Aumenta el riesgo temprano de infarto (hasta 27 años antes) que ocurre por trombosis y vasoconstricción coronaria. La toxicidad cardiovascular es ajena de la dosis y la vía de administración. Cuando se combina con alcohol aumenta la dependencia, resulta más tóxica y puede llevar a la muerte súbita en jóvenes con corazones sanos. En personas adictas se ha demostrado daño estructural del miocardio.
- Heroína: Altamente adictiva y devastadora, sus efectos cardiovasculares no están ampliamente descritos. Entre 24 y 48 horas puede ocasionar un edema pulmonar no cardiaco (simulación de falla cardiaca aguda). Aunque se puede inhalar, fumar o aspirar es frecuente su inyección intravenosa que puede causar infección de las válvulas cardiacas (endocarditis infecciosa).
- Metanfetaminas: Drogas sintéticas que se pueden fumar, inhalar, inyectar o tomar. Pueden ocasionar problemas cardiovasculares como elevación de frecuencia cardiaca y presión arterial. El abuso crónico causa miocardiopatías y se han registrado infartos.
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Diabetes. Muchos pacientes con diabetes son además hipertensos. Esta asociación es mayor en los adultos, porque la mayor parte presentan el llamado «síndrome metabólico», que se caracteriza por la presencia de obesidad, colesterol y triglicéridos alterados, elevación de la glucemia, e hipertensión arterial. Todas estas enfermedades comparten un mecanismo común, una falta de respuesta a la acción de la insulina en diversos órganos y tejidos como son el hígado, músculo y grasa corporal.
Por lo tanto, existe una interrelación directa y estrecha entre la diabetes y la hipertensión arterial: podríamos decir que la diabetes provoca un aumento de la presión arterial y la presencia de hipertensión arterial es un factor de riesgo de padecer diabetes. Según diversos estudios en España, tres de cada cuatro diabéticos son también hipertensos y cerca del 50% de las complicaciones de la diabetes son responsabilidad directa de la hipertensión arterial.
Esta asociación es peligrosa pues se suman los efectos negativos de la diabetes e hipertensión sobre ciertos órganos, como el corazón, cerebro, vasos sanguíneos, ojos y riñones. Es por esto que los diabéticos deben conseguir tanto un buen control de la presión arterial como de la glucemia, pues está demostrado en diversos estudios que el buen control de ambos factores reduce de manera importante el riesgo de padecer complicaciones.
En los diabéticos el objetivo de buen control de la presión arterial es más bajo que en la población no diabética. El objetivo es mantener la presión arterial por debajo de 130/80 mmHg. Para conseguir el buen control de la presión arterial es conveniente su medición de manera periódica, tomar las comidas con poca sal, realizar ejercicio periódicamente y en la mayor parte de los casos también será necesario tomar medicamentos encaminados a la reducción de la presión arterial.
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Problemas renales. Entre el 2,5% y el 6% de los problemas relacionados con el riñón pueden influir en la aparición de la hipertensión arterial. Los riñones son los órganos que controlan el volumen de agua circulante y la cantidad de sal que contiene el cuerpo, afectando directamente sobre la presión arterial. Cuanta más sal contenga el cuerpo, más agua se retiene en circulación y por consiguiente más posibilidades hay de que aumente la presión arterial.
Aparte de la ingestión de sodio o de sal aisladamente, el índice sodio/potasio desempeña una función especialmente importante. El efecto positivo de una dieta rica en potasio se debe a una mayor eliminación de sodio y de agua por los riñones. Una dieta rica en frutas y verduras también reduce la presión arterial.
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El sedentarismo. Hipócrates manifestaba: «Lo que se utiliza se desarrolla, lo que no se utiliza se atrofia». El sedentarismo es la falta de actividad física regular, definida como menos de 30 minutos diarios de ejercicio regular y menos de 3 días a la semana. La conducta sedentaria es propia de la manera de vivir, consumir y trabajar en las sociedades avanzadas.
Se considera que una persona es sedentaria cuando su gasto semanal en actividad física no supera las 2000 calorías. La falta de ejercicio o sedentarismo disminuye la capacidad de adaptación a cualquier actividad física, iniciando un círculo vicioso.
Está comprobado que los estilos de vida sedentarios constituyen una de las 10 causas fundamentales de mortalidad, morbilidad y discapacidad, constituyendo el segundo factor de riesgo más importante de una mala salud, después del tabaquismo. El sedentarismo duplica el riesgo de enfermedad cardiovascular, de diabetes tipo II y de obesidad; asimismo, aumenta la posibilidad de sufrir hipertensión arterial, osteoporosis, cáncer de mama y colon, entre otros.
Julián Segura, presidente de la Sociedad Española de la Hipertensión-Liga Española para la Lucha contra la Hipertensión Arterial (Seh-Lelha), señala que: «muchas personas son hipertensas porque llevan tiempo sin cuidarse y ganan unos kilos. Cuando el hipertenso ya está identificado, parte de su tratamiento es controlar bien su peso (para evitar el aumento), tener una vida activa y no llevar una vida sedentaria». «… Si el paciente es fumador, conviene que abandone ese hábito y si suele consumir alcohol, es aconsejable que lo reduzca considerablemente».
En caso de que los cambios de los hábitos de vida no funcionen, hoy en día existen tratamientos farmacológicos muy útiles para controlar la tensión arterial. Inicialmente estos tratamientos comienzan con un sólo fármaco, pero en algunos casos esta medida no es suficiente y necesitan combinar con dos o tres medicinas para controlar la presión arterial.
Como la hipertensión arterial es una enfermedad crónica, es fundamental que los pacientes sean constantes con los tratamientos. Según los datos de la Seh-Lelha, el 90% de los pacientes diagnosticados no sigue las recomendaciones de los especialistas y el 50% no sigue los tratamientos prescritos.
Como es una patología que se padece durante muchos años, los pacientes tienden a relajarse con las instrucciones del médico y esto puede tener consecuencias. La principal es que tendrá la hipertensión mal controlada, que a largo plazo puede derivar en complicaciones cardiovasculares mayores como infarto de miocardio, ictus, deterioro de la función renal o de la circulación de las piernas, entre otros.
En los últimos años el grado de control de la hipertensión ha ido aumentando como consecuencia de la mejora de los tratamientos, mediante la intensificación de los mismos, y por el aumento de la concienciación de mejorar los estilos de vida. El refuerzo de los medicamentos (pacientes que antes sólo tomaban un medicamento y ahora toman dos, por ejemplo) ha sido crucial para mejorar el control.
Sin embargo, las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la principal causa de complicaciones y de mortalidad a nivel mundial. Esta situación se mantendrá en los próximos años debido a la epidemia que hay de obesidad y que las autoridades sanitarias esperan que aumente.
La Sociedad Española de Hipertensión-Liga Española para la Lucha contra la Hipertensión Arterial, indica que la obesidad y la hipertensión son los dos problemas de salud pública principales a los que los países tendrán que hacer frente en el futuro próximo.
TENSIÓN ARTERIAL BAJA O HIPOTENSIÓN
La hipotensión arterial es la caída de la presión arterial por debajo de los límites de 80/60 mmHg. Se produce cuando los latidos del corazón, encargados de bombear la sangre al resto del cuerpo, tienen un ritmo más pausado de lo habitual. Por este motivo ni el cerebro, ni el corazón ni el resto del organismo recibe la sangre necesaria, lo que puede dar lugar a visión borrosa, confusión, vértigo, desmayo (síncope), mareo, somnolencia, desconcierto o debilidad.
La hipotensión puede suponer un riesgo para la vida del afectado, por lo que conviene conocer sus causas y cómo controlarla. Todas las personas pueden sufrir hipotensión arterial en momentos concretos de su vida, no importa lo sanos que estén. Hay personas que mantienen cifras bajas de presión arterial (entre el 10% y el 15% de la población), pero son porcentajes aproximados, pues al no tener síntomas y no consultan a su médico.
CAUSAS DE LA HIPOTENSIÓN ARTERIAL
La hipotensión arterial sucede cuando la regulación del aparto cardiovascular falla en alguno de sus puntos, siendo los más importantes el corazón y las arterias principales. Las causas de hipotensión arterial más frecuentes son:
- Hipotensión ortostática. Cuando una persona pasa de estar sentada o tumbada a ponerse de pie es natural que la tensión arterial disminuya unos segundos hasta que el corazón la vuelve a ajustar. En personas ancianas, deshidratadas, enfermas o embarazadas la regulación del corazón puede tardar demasiado y la hipotensión se mantiene demasiado tiempo. Esto también puede suceder alguna vez en personas sanas (sobre todo después de comer) ya que el corazón está mucho más relajado y el flujo de sangre se concentra en el aparato digestivo.
- Síncope vasovagal. Es el nombre médico que se le da a un desmayo o lipotimia. En la mayoría de ellos la presión arterial disminuye porque el corazón reduce su frecuencia demasiado. Se producen en situaciones en las que el sistema nervioso parasimpático se estimula, por lo que son causas muy variadas de desmayo e hipotensión: tener calor, fiebre, dolor intenso, haber vomitado…
- Consumo de medicinas o tóxicos. La causa más frecuente de hipotensión en los adultos es el tratamiento con diuréticos que se usan para tratar la hipertensión. Otros medicamentos también pueden provocar caídas de la presión arterial: antidepresivos, ansiolíticos, analgésicos, etc. Las drogas, por lo general, causan hipertensión arterial, excepto el alcohol que es causa frecuente de hipotensión.
- Hipotensión arterial crónica. Es poco frecuente. Provoca síntomas difusos en las personas que la padecen como debilidad, cansancio, somnolencia… No es una enfermedad en sí misma, sino que suele ser consecuencia de alguna otra patología que disminuye las cifras de tensión arterial poco a poco. Las causas más frecuentes de hipotensión arterial crónica son la enfermedad de Parkinson, la diabetes, anemia, úlceras digestivas…
- Shock hipotensivo. Son las situaciones de emergencia en las que la presión arterial cae bruscamente hasta niveles que impiden el riego sanguíneo de los órganos vitales. El origen del shock puede ser un fallo cardíaco (infarto, fibrilación, etc), por dilatación arterial brusca (sepsis o medicamentos) o pérdida de sangre por hemorragia.
SÍNTOMAS DE LA HIPOTENSIÓN ARTERIAL
El síntoma más frecuente en una situación de hipotensión arterial es el desmayo. El cerebro se encuentra más arriba que el corazón cuando estamos de pie, y por eso se necesita que la presión arterial sea lo suficientemente elevada como para mantener el flujo de sangre. En situación de hipotensión arterial, el cerebro carece de su suministro de sangre durante un tiempo y la persona que lo sufre siente que se le nubla la vista y se desvanece su fuerza muscular hasta que pierden el conocimiento completamente.
Suele ocurrir deprisa y es frecuente que se golpeen contra el suelo o los muebles de alrededor al caer. La persona que los sufre puede perder el control de los esfínteres (orinarse), incluso convulsionar levemente. La recuperación tras el desmayo es muy rápida y sólo se necesitan unos segundos para volver a la normalidad.
Cuando la hipotensión arterial es crónica, el desmayo es también frecuente pero menos característico, pues el cuerpo está acostumbrado a vivir con cifras más bajas de lo habitual. En este caso, los síntomas son mucho más difusos y pueden pasar desapercibidos en un primer momento, algunos de ellos son:
- Confusión, dificultad para concentrarse, somnolencia, etc.
- Debilidad muscular y cansancio al hacer pocos esfuerzos.
- Palidez de la piel, labios y conjuntiva, por disminución del riego sanguíneo.
- Náuseas y vómitos.
- Dolor en el pecho que puede recordar a un infarto y palpitaciones.
- Dificultad para respirar, sensación de que “falta aire”.
- Dolor de cabeza, leve pero continuo a lo largo del día.
- Inestabilidad al caminar, vértigos, pitidos en los oídos, etc.
- Dolor en el cuello y rigidez del mismo.
- Alteraciones del sueño con dificultad para descansar por la noche.
DIAGNÓSTICO DE LA HIPOTENSIÓN ARTERIAL
El diagnóstico de la hipotensión arterial es principalmente clínico. Basta con que el paciente cuente al médico al detalle sus síntomas y para ello el médico dirigirá la entrevista con una serie de preguntas que ayudan a conocer el contexto en el que se producen:
- ¿Cuándo suceden los síntomas: por la mañana, por la noche, al incorporarse…?
- ¿Cómo son de intensos? ¿Dificultan el día a día, llega a desmayarse…?
- ¿Con qué frecuencia aparecen? ¿Los relaciona con alguna actividad?
- ¿Cuánto tiempo duran? Si se desmaya, ¿cuánto tiempo tarda en recuperarse?
- ¿Toma medicamentos? ¿Consume alcohol u otras drogas?
- ¿Padece enfermedades del corazón, diabetes, epilepsia u otras?
Las pruebas que se realizan tienen tres objetivos: confirmar el diagnóstico, identificar la causa y descartar otras enfermedades. Las pruebas suelen ser:
- Análisis de sangre y orina. Hay que comprobar que el metabolismo de nuestro cuerpo esté en buenas condiciones. Se presta especial atención al nivel de sales minerales (sodio y potasio) y a la glucosa. Es muy frecuente que los pacientes diabéticos que comienzan su tratamiento con hipoglucemiantes sufran hipoglucemias el primer mes y se asemejen a episodios de hipotensión arterial.
- Hemocultivos y niveles de proteína C reactiva. Sirven para destacar una infección. Estas pruebas suelen hacerse sólo cuando hay signos que indiquen una infección, como la fiebre.
- Electrocardiograma. Esencial para detectar alteraciones del ritmo cardíaco e infartos de miocardio. El electrocardiograma también puede mostrar alteraciones metabólicas o toxicidad por fármacos.
- Electroencefalograma. Sirve para confirmar enfermedades epilépticas cuando hay sospecha de éstas. La principal sospecha de epilepsia aparece cuando después de un desmayo la persona no recupera el conocimiento hasta pasados varios minutos. Las convulsiones y la pérdida del control de esfínteres también ayudan a identificarla, aunque pueden suceder en un síncope sin que tenga mayor repercusión.
- Test de la mesa basculante. Consiste en tumbar al paciente en una mesa durante unos minutos. Después, la mesa se inclina hasta colocar al paciente casi de pie. Sirve para valorar la respuesta que tiene nuestro sistema cardiovascular para mantener la misma tensión arterial con diferentes posiciones corporales. Es una prueba esencial para valorar la hipotensión ortostática.
TRATAMIENTO DE LA HIPOTENSIÓN ARTERIAL
El tratamiento de la hipotensión arterial depende de la causa, la intensidad y el contexto en el que sucede. Se puede resumir en relación a los diferentes tipos de hipotensión señalados antes:
- Hipotensión ortostática. Cuando sobreviene de forma puntual no merece la pena darle importancia, siempre y cuando la persona que lo ha sufrido tenga un estado general bueno. Hay que rehidratar con suero oral si el problema es la deshidratación (por una diarrea, por ejemplo). Cuando el problema es crónico la única opción son las medidas preventivas.
- Síncope vasovagal. Cuando una persona pierde el conocimiento y se desmaya lo primero es comprobar que respira. En caso de no respirar hay que contactar con el servicio de emergencias y hacer maniobras de resucitación cardiopulmonar. Si respira, su desmayo se deberá con bastante probabilidad a un síncope.
Lo mejor es dejarle tumbada con las piernas elevadas hasta que recupere el conocimiento. Es preferible que no esté en un ambiente muy agobiante ni caluroso para que pueda respirar a gusto y recuperarse pronto. Después del episodio se recomienda la visita al médico en todos los casos, y al servicio de urgencias si tiene más síntomas o es una persona con otras enfermedades.
- Consumo de medicinas y tóxicos. En todos los casos de hipotensión arterial se recomienda acudir al médico. En el caso del consumo de medicinas el médico valorará suspender un tratamiento o cambiarlo por otro que no produzca esos efectos secundarios. Nunca se debe suspender un tratamiento por decisión propia y sin consultar antes al médico. Cuando la hipotensión se debe a consumo de tóxicos o drogas se debe descartar que no haya daño cardíaco o cerebral, y abandonar el consumo.
- Hipotensión arterial crónica. El único tratamiento que se puede realizar en estas situaciones son medidas preventivas que aumenten la presión arterial. En los casos más graves, que dificultan la rutina diaria, el médico puede recetar fludrocortisona, que facilita la retención de sodio en el riñón aumentando así el volumen de sangre y las cifras de presión arterial.
- Shock hipotensivo. Esta situación es una emergencia vital y debe ser tratada en un hospital. Se suele corregir la presión arterial con noradrenalina para luego después identificar la causa y erradicarla (con antibióticos si se debe a una sepsis, por ejemplo).
PREVENCIÓN DE HIPOTENSIÓN ARTERIAL
La hipotensión arterial se puede prevenir siguiendo las siguientes medidas:
- Beber muchos líquidos para evitar la deshidratación, que puede desencadenar un síncope. Consumir un poco de cafeína diaria también puede ayudar a prevenir la hipotensión arterial.
- No consumir alcohol, pues deprime el ritmo cardíaco y disminuyen las cifras de tensión arterial.
- Mantener una dieta completa y equilibrada. Es importante consumir fruta, vegetales y alimentos ricos en sal.
- Realizar ejercicio físico moderado, pero siempre con control. No finalizarlo de forma brusca ni realizar actividades de riesgo si no se está preparado para ello.
- Al incorporarse del sofá o la cama hay que hacerlo muy poco a poco, sentándose entre medias.
- Evitar las situaciones agobiantes y calurosas, como duchas calientes o el metro a hora punta.
- Llevar los medicamentos consigo cuando se viaje y conocerlos bien para poder comunicárselo al médico si se sufre un desmayo.
¿EXISTE LA TENSIÓN ARTERIAL DESCOMPENSADA?
Popularmente se utiliza el término tensión arterial descompensada para referirse a los valores de presión arterial muy próximos, pero no es correcto ya que esta expresión no se ajusta a ningún concepto ni criterio científico. Ambas cifras son importantes. Desde el punto de vista médico no existe la presión descompensada.
En realidad lo importante es que ambas presiones estén dentro de los limites de la normalidad sea cual sea la diferencia entre ellas. Por ejemplo, tener 120/100 mmHg no es importante por los 20 mm de diferencia entre los dos valores, sino por tener una mínima de 100 mmHg que es un valor elevado.
Lo apropiado es hablar de presión arterial alta, baja o normal, en lugar de presión arterial compensada o descompensada.
La mayoría de los médicos no hacen un diagnóstico definitivo de hipertensión hasta no haber medido la presión arterial varias veces. Algunos médicos les piden a sus pacientes que utilicen un aparato portátil y que midan la presión arterial durante varios días seguidos. El profesional sanitario puede recomendar la automedición de la presión arterial en el propio domicilio, sobre todo a pacientes obsesivos y con tendencia a automedicarse.
Desde el punto de vista médico hay dos casos claros en los que se debe optar por este sistema. Por una parte, las personas que son revisadas en la consulta del médico y que presentan un cuadro de hipertensión, pero que luego, al marcharse del centro sanitario, no presentan problemas de este tipo. Son los denominados pacientes con «síndrome de la bata blanca», a los que al llegar al centro sanitario y durante la consulta médica, se eleva un poco la tensión con respecto a su cifra normal, probablemente a causa de ansiedad y estrés.
Gracias a la automedición se sabrá, en estos pacientes, si son realmente hipertensos o lo que padecen es un síndrome que les hace subir la tensión sólo cuando están en consulta. En este caso, la automedición ayudará al diagnóstico.
La automedición también se indica en personas diagnosticadas como hipertensas pero que precisan de un seguimiento médico para saber como evolucionan a lo largo del día. La respuesta ante algunos medicamentos puede hacerles sufrir mareos o bajadas de tensión y hace falta aclarar si esos síntomas obedecen a una hipertensión muy resistente a los fármacos o si la persona está siendo mal llevada.
Otras personas que se pueden beneficiar de la automedición son los hipertensos que por motivos de horarios no pueden acudir a la consulta para controlar la tensión. Disponer de un tensiómetro para hacer este control es de gran ayuda.
La automedición de la presión arterial es una medida de diagnóstico y de seguimiento del paciente que cada vez se está llevando más a cabo. Poder medirse la presión en el propio domicilio es una ventaja que puede ayudar a detectar casos de hipertensión a la vez que sirve para saber si un paciente está siendo bien llevado por su médico o no. No hay que olvidar que la presión que se mide en consulta solo representa la presión de ese momento, y puesto que el día tiene muchas horas y muchas actividades de diferente tipo, es mejor saber cómo reacciona nuestra presión en determinados momentos fuera de consulta.
Las personas que tienen un tensiómetro en casa deben saber cómo utilizarlo, además de saber adquirir el aparato ideal, fiable y estandarizado. El tensiómetro se adquiere en las farmacias, tiendas y otros locales. Estos aparatos no miden siempre con precisión, y la lectura obtenida con el monitor personal debe contrastarse siempre con la obtenida con el aparato del médico, para asegurar que sean iguales. Si su utilidad está contrastada y se maneja tal y como se indica, los resultados serán de fiar.
La presión arterial debe tomarse en el brazo. Una de las arterias de esta zona es la que indica la oscilación de la onda del curso de la arteria braquial. Existen otros aparatos que hacen la toma por medio de la muñeca, pero las organizaciones internacionales recomiendan hacerlo en el brazo.
La automedición de la presión arterial debe realizarse por la mañana y por la noche, tras un reposo previo de 3 minutos. En primer lugar, la persona debe estar relajada y no tener prisa. La posición adecuada del cuerpo debe ser sentado, no estirado, con la espalda bien apoyada en el respaldo de la silla. Las piernas deben estar tocando el suelo, no cruzadas. El brazo en el que se coloque el manguito debe estar apoyado sobre la mesa y la mano relajada, sin apretar y en posición de descanso.
Con respecto a la ropa, lo ideal es que el manguito esté en contacto con la piel, así que el paciente deberá remangarse la camisa. Si es invierno y se llevan muchas capas de ropa, será mejor que se las quite porque si se remangan diferentes prendas a la vez se puede crear un anillo que constriña la zona.
Tras la medición, el paciente debe registrar los resultados obtenidos y apuntarlos en un cuaderno que deberá llevar al profesional sanitario correspondiente (médico o enfermero) cuando tenga la cita, para revisarlos juntos. Con estos resultados, el profesional valorará el tratamiento y seguimiento del paciente.
Existen diversas maneras de medir la presión arterial:
- Esfigmomanómetro de mercurio: Es el más exacto y menos expuesto a errores. Para su uso se requiere un fonendoscopio.
- Esfigmomanómetro de aire: Es el más utilizado y es también un aparato preciso. También necesita de un fonendoscopio para su uso.
- Aparato electrónico: Se utiliza mucho para realizar el autocontrol. No necesita fonendoscopio porque lleva un detector del pulso incorporado y es de fácil manejo. No obstante se trata de un aparato muy sensible a los ruidos y a los movimientos, por lo que para que los valores obtenidos sean exactos, es necesario que el brazo no se mueva y que no se hable. Es importante que el aparato esté en buenas condiciones y se revise periódicamente.
Si tienes que adquirir un tensiómetro y no tienes claro cual, te recomiendo el modelo más vendido en Amazon, el medidor de brazo Omron M3 HEM-7131-E. Es un modelo completamente automático y preciso. Tiene un precio económico y la garantía de una marca consolidada, por su fiabilidad y sinónimo de calidad.
Todos los modelos de la marca Omron están homologados. Tiene tecnología IntelliSense que garantiza que el manguito quede correctamente ajustado (ni demasiado ajustado, ni demasiado suelto) mediante un icono que aparece en pantalla.
Si, por desgracia, eres del grupo de población que padece hipertensión y quieres conocer procedimientos para controlarla y adoptar rutinas que te hagan tener una buena calidad de vida, te invito a leer el libro «Vivir bien con hipertensión» de Ramón Sánchez-Ocaña.
El libro explica cómo realizar de una manera correcta los controles periódicos necesarios o la importancia de llevar una vida saludable, hasta la manera de prevenir los riesgos que acompañan a esta enfermedad. Está también disponible en formato digital (Versión Kindle).
La arteriosclerosis es resultado del depósito de colesterol, grasas y calcio en las paredes vasculares, lo cual lleva lenta y progresivamente al estrechamiento y grave deterioro de los vasos sanguíneos. La arteriosclerosis es el desencadenante de graves enfermedades, como la angina de pecho, el infarto de miocardio, la apoplejía, la isquemia y la trombosis, entre otras dolencias cardiovasculares, y es la principal causa de mortalidad en los países desarrollados y está motivada, ante todo, por los llamados factores de riesgo (colesterol, sobrepeso, hipertensión, diabetes, sedentarismo, tabaco, etc).
«Arterioesclerosis: el riesgo evitable» es un libro escrito por Helga Vollmer (periodista, especializada en temas científicos, de salud y medicinales), en el que expone que puedes protegerte de forma sencilla y eficaz del desarrollo de esta peligrosa y silenciosa dolencia e incluso, con las medidas adecuadas, hasta que se puede anular una arteriosclerosis ya iniciada y evitar el riesgo de convivir con ella.
Otros libros recomendados sobre el tema:
«Las enfermedades cardiovasculares» – Catherine Whitney.
«Enfermedades cardiovasculares» – Rob Stepney.
«Antioxidantes naturales: Cómo reducir el riesgo de cáncer, Alzheimer y enfermedades cardiovasculares» – Melissa Block.
«Dieta Moderna Para Las Enfermedades Cardiovasculares E Hipertensión» – Schlierf Günter.
«Colesterol: prevención de la ateroesclerosis y de las enfermedades cardiovasculares» – Jean-Luc Darrigol.
Fuentes:
dmedicina.com, webconsultas.com, fundaciondelcorazon.com, cun.es, Cari Martínez
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