
Hay quien no…
La palabra nomofobia hace referencia a la ansiedad que sienten algunas personas cuando no tienen acceso a su móvil. Procede de la expresión inglesa «no mobile-phone phobia» que significa «fobia a estar sin el teléfono móvil».
A pesar de su nombre, no se trata realmente de una fobia, sino más bien de una dependencia o adicción al móvil, que lleva a una persona a sentir ansiedad ante la posibilidad de quedarse sin batería, perder la recepción o perder el teléfono.
Aunque en un principio la gente usaba el móvil sobre todo como símbolo de estatus, con el tiempo se ha convertido en una necesidad debido a la cantidad de usos a los que se destina.
Ya no es solo un aparato destinado a comunicarte con tus amigos, familiares o clientes, sino un medio de entretenimiento y evasión y una herramienta para realizar multitud de tareas, desde encontrar una calle hasta realizar un cálculo matemático o incluso utilizarlo como linterna. Los usos de los teléfonos móviles parecen incontables y cada vez más numerosos, conforme se han ido convirtiendo en verdaderos ordenadores en miniatura.
Evidentemente, no es lo mismo uso elevado que abuso del móvil. Muchos de los estudios realizados hasta ahora no parecen tener muy en cuenta esta diferencia, de manera que el porcentaje de personas que acaba con nomofobia es especialmente elevado.
La nomofobia se identificó por primera vez en 2008, con un estudio de Katharine Barney (Phone-reliant Britons in the grip of nomo-phobia) que reveló que el 53% de las personas tenían miedo a quedarse sin móvil, siendo los hombres más nomofóbicos que las mujeres.
En el año 2012, SecurEnvoy realizó una encuesta entre 1000 personas del Reino Unido, encontrando no sólo que el porcentaje había aumentado, sino que lo había hecho especialmente entre las mujeres, que ya superaban a los hombres en cuanto al porcentaje de nomofobia. Estos son algunos datos de este estudio:
- El 66% dijo padecer este miedo a estar sin su móvil. Por sexos, el 70% de las mujeres y el 61% de los hombres se consideran nomofóbicos.
- El 41% tiene dos teléfonos o más para poder estar siempre conectado. Por sexos, el 47% de los hombres y el 36% de las mujeres. Según Andy Kemshall, cofundador de SecurEnvoy, esto podría explicar por qué los hombres tienen menos miedo a quedarse sin móvil (al tener más de uno, es más difícil que suceda).
- Según la edad, los jóvenes son los más nomofóbicos: el 77% de las personas entre 18 y 24 años, seguidas de personas entre 25 y 34 años, entre los que hay un 68% de nomofóbicos. El tercer grupo lo forman las personas mayores de 55 años.
Otras investigaciones aportan también datos interesantes sobre el uso del teléfono móvil: por término medio, las personas miran su móvil 34 veces al día y el 75% lo usa en el baño (mucha gente dice que es el equivalente moderno del periódico).
Las personas con nomofobia:
- Son incapaces de desconectar su teléfono.
- Comprueban de manera obsesiva si hay algún mensaje, email o llamada perdida.
- Comprueban constantemente el estado de la batería.
- Van a todas partes con el móvil, incluso al baño.
- Duermen con o junto al teléfono.
- Responden al teléfono incluso durante momentos de intimidad con su pareja.
Intel realizó un estudio donde se muestra que el 40% de los usuarios permanece todo el día, siete días a la semana con su teléfono móvil, mientras que 8 de cada 10 duermen con su dispositivo al lado. Esto quiere decir que las personas tienen una gran dependencia por su teléfono móvil, tanta que no lo puede dejar apagado ni un solo minuto.
De acuerdo con el estudio, el 20% de los usuarios prefiere perder la cartera que el teléfono, mientras que el 43% cree que su teléfono refleja su personalidad. Esto representa a la mitad de las personas que usan un smartphone. Lo más sorprendente es que el 50% de los adolescentes de todo el mundo envía un promedio de casi 3’5 millones de mensajes por mes. Una cifra muy grande que lo convierte en un medio de comunicación necesario.
La tendencia es que el teléfono móvil se convierta en un dispositivo cada vez más presente en la vida diaria de las personas. La mayoría de las personas tienen un estilo de vida cada vez más móvil debido a las horas que pasamos fuera de nuestra casa, y esto hace que necesitemos una mayor distracción, y un smartphone es la mejor solución. Por desgracia todo lo bueno, en exceso, es malo y la telefonía móvil no se queda atrás.
Para algunas personas los teléfonos llegan a ser esenciales en sus vidas, y todo lo que genera una dependencia, no hace bien a nadie.
Intel cree que las personas deben mantener su distancia en el uso de su dispositivo:
Hay que ponerse horarios para controlar el uso del teléfono. Realmente podemos vivir sin él, pero buscamos pretextos para ser dependientes. Es muy probable que ponernos horarios y marcarnos momentos sin teléfono puede funcionar bien.
Imagínate, por un instante, un día aislado del mundo exterior porque decides apagar tu teléfono móvil. Serían veinticuatro plácidas horas sin llamadas, mil cuatrocientos cuarenta minutos sin mensajes de texto. Pero, agobiado por la incertidumbre, puedes pensar: ¿y si hay una emergencia?
Una emergencia es, por su propia naturaleza, una rareza. No es lo habitual que a diario se presente una incidencia. Son rarezas que requieren de tu atención inmediata las pocas veces que ocurren al año. Tu vida no gira alrededor de las emergencias.
El teléfono móvil, en realidad, se usa la mayoría de las veces para perder el tiempo. Entonces, ¿por qué vemos como un imposible estar un día lejos de un aparato que hace unos pocos años ni siquiera existía?.
Quedarnos sin batería en el teléfono móvil puede crearnos problemas como una conversación inacabada, no poder revisar las redes sociales o escuchar música. Algunas personas están teniendo tal dependencia con su móvil que las llevan al extremo.
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