Como todos bien sabemos, el verano es la estación más calurosa del año. Una época que tiene sus consabidas ventajas (vacaciones, fiestas, descanso, más horas de luz…), pero también su parte negativa (altas temperaturas, a veces sofocantes y difíciles de llevar).
Debido al cambio climático y al efecto invernadero, cada año aumentan más las temperaturas estivales y por lo visto va a ser habitual en los próximos años. Y lo peor de todo: esas subidas de temperatura nos afectan directamente a la hora del descanso y nos impiden dormir. Según un estudio elaborado por Oi2 un 25% de la población española sufre esta patología, teniendo un 67% más de 65 años, el 30% son adultos y el 25% jóvenes.
Hay que prevenir los efectos de las elevadas temperaturas sobre la salud, informando a los ciudadanos con consejos útiles para prevenir los efectos y hace hincapié en aquellos sectores más vulnerables (ancianos, niños, personas con patologías crónicas y colectivos sociales desfavorecidos), tomando una serie de medidas básicas para intentar luchar contra los efectos del calor excesivo, como pueden ser evitar salir a la calle en las «horas punta» del día, las comidas copiosas y beber abundante agua. Todo, para evitar sufrir problemas como la insolación, la deshidratación o el golpe de calor, el problema más grave.
Éstos problemas tienen su origen en una dificultad de adaptación del organismo a una circunstancia ambiental (como es el calor extremo) pero mientras que en la insolación existe el antecedente de una exposición prolongada al sol y se acompaña de graves alteraciones cutáneas, para el golpe de calor no es indispensable haber estado expuesto al sol y, por lo tanto, estas manifestaciones externas no se presentan, aunque sí aparecen todos los demás síntomas de la insolación.
Tanto la insolación como el golpe de calor aparecen cuando los mecanismos orgánicos para regular la temperatura corporal (sobre todo la sudoración) no son capaces de contrarrestar el calor ambiental. Ambas situaciones (lógicamente) se dan con más frecuencia en verano, en entornos cálidos y húmedos, afectando más intensamente a niños y ancianos. Los síntomas de ambos factores son muy parecidos.
La hipertermia, manifestación más llamativa, se mantiene alrededor de los 40ºC a lo largo de todo el proceso, dando lugar a sequedad de piel y taquicardia. Aparecen dolor de cabeza, sensación de mareo, vértigo, náuseas y dolor abdominal. Si no se trata y el cuadro progresa, también se pueden sufrir falta de tono muscular, convulsiones, pérdida de consciencia e, incluso, acabar en estado de coma. El tratamiento se inicia colocando al paciente en un ambiente oscuro y fresco.
El baño de agua fría, la aplicación de paños húmedos y la ventilación por aire son también eficaces. Si precisa atención médica, además de estas medidas para bajar la temperatura se utilizará medicación antitérmica, se recurrirá a la rehidratación y, si aparecen síntomas neurológicos, a la sedación.
La prevención es el arma más eficaz para luchar contra la insolación y el golpe de calor. Para ello, en verano la ropa ha de ser escasa, ligera y transpirable. Además no debemos olvidar protegernos del sol con un sombrero y permanecer en lugares frescos que, a ser posible, estén en penumbra. También es fundamental beber agua con frecuencia, de manera constante y más de dos litros al día (o bebidas isotónicas) para mantener un buen estado de hidratación, y evitar realizar actividades físicas intensas o cambios bruscos de temperatura nada más comer.
Aquí os indico unos consejos interesantes para poder soportar el calor del verano y poder conciliar el sueño sin ayuda del aparato de aire acondicionado, aunque existen muchos más:
- Aprovechar la luz natural para iluminar la casa durante buena parte del día. Es conveniente apagar las luces y los aparatos eléctricos cuando sea posible. No sólo el sol desprende calor. Hay muchas actividades y equipos en el hogar que generan calor adicional y son fuentes de calor más importantes de lo que parece: el planchado, la cocina, el uso del horno, el refrigerador, el secado de pelo, el televisor, la iluminación, y en general todos los equipos eléctricos. Trata de reducir estas actividades, realizarlas en las horas de menos calor y utilizar equipos de eficiencia energética. Recuerda que el calor no producido no lo tenemos que enfriar.
- Mantener aisladas todas las habitaciones del hogar, en especial durante el día. Esto no significa que debamos tener la casa cerrada durante los meses de verano. Es importante abrir las ventanas cuando el sol se pone y hasta que salga por la mañana para que se ventile el hogar y entre algo de soplo de aire fresco. Al menos durante las horas más calurosas, mantener las ventanas cerradas para no dejar entrar el calor seco.
The Family Handyman afirma que hasta un 30% del calor procede de las ventanas, y utilizar persianas, cortinas o algo por el estilo puede ahorrarte hasta un 7% en las facturas y bajar la temperatura interior en unos 6º C. A veces queremos abrir la ventana durante el día para disfrutar del alivio que nos trae la suave corriente que se genera con las ventanas y puertas abiertas. Pero esta brisa es engañosa: por el momento la sentimos muy agradable, pero lo único que nos trae es más calor seco al interior de la casa.
Conforme vayan subiendo las temperaturas, las cerraremos.En cambio, durante las horas más frescas de la noche, es mejor que dejes que el aire fluya de forma natural por tu casa. Cerrar las habitaciones que no se usan evitará también que el aire fresco llegue a esas zonas durante la parte más calurosa del día. Para evitar quedarnos sumidos en la penumbra, podemos alternar el uso de cortinas y persianas.
- Bajar los toldos de terrazas, balcones, etc, en los momentos de más calor. Las ventanas orientadas al sol deben protegerse contra los rayos directos y hay que generar sombra. Puedes instalar persianas o toldos o cualquier cosa que te proteja del sol. Lo importante es tener en cuenta que hay que proteger más por el exterior que por el interior. Aunque sea solamente papel que tengas disponible, colócalo afuera.
- Vestir prendas de ropa ligera, preferiblemente de algodón o lino, en definitiva frescos (camisetas, pantalones cortos y calzado cómodo), que transpiren. Evitar las ropas ajustadas con el fin de favorecer la máxima circulación del aire. También podemos usar gorros u otras prendas que nos cubran y protejan del calor.
- A todos nos han explicado en el colegio que el blanco refleja la luz y que el negro la absorbe, pero en estas cuestiones la cosa no es tan sencilla. Los habitantes de muchos países cálidos llevan ropa oscura. Podemos fijarnos en los campesinos chinos, que suelen vestir de negro o en los pueblos nómadas del Sahara, que visten de azul oscuro.
Esto se debe a una razón muy sencilla: cuando el calor del aire exterior supera la temperatura corporal (37º), la ropa negra permite una mejor refrigeración. En este caso, nuestro cuerpo también emite radiación (sudando) y nos viene bien ropa que nos permita eliminarla. Una prenda, cuanto mejor absorbe la radiación solar, más radiación infrarroja expulsa. El negro es un buen absorbente, pero también un gran emisor de radiación.
Si hacemos el cálculo de lo que el negro absorbe restando lo que emite a estas temperaturas, y lo comparamos con lo que absorbe y emite el blanco, vemos que la diferencia es mayor en la ropa negra. Por tanto, el negro nos permitirá eliminar más calor.
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En los momentos de mayor calor, pueden utilizarse abanicos, ventiladores (de pie, de sobremesa o de techo), etc, para que se genere una leve corriente de aire y disminuir la sensación térmica. El aire en movimiento se siente más fresco. Si tienes algún balconcito, terraza o patio, aprovéchalo. Instálate en un lugar sombrío. No hay nada más placentero que relajarse al aire fresco después de un día de calor.
- Cuidar de noche las corrientes directas (ventiladores) y el aire acondicionado, ya que pueden producir dolor muscular. Alguna vez hemos sentido un repentino dolor de espalda causado por un cambio de temperatura, sobre todo en esta época en la que el aire acondicionado y los ventiladores son nuestros mejores aliados, pero no es bueno usarlos en exceso, ya que pueden ocasionar lesiones musculares por su uso excesivo.
Un repentino dolor de espalda severo a menudo es causado por un golpe de aire. Esto ocurre cuando los músculos de una parte de la espalda, de los hombros o de la zona lumbar se ven afectados por una corriente fría que causa la lesión.
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Cenar ligero (ensaladas, frutas, verduras, etc), alimentos pobres en grasas y calorías, que no son muy dulces y que hidratan.La cena es la última comida antes de dormir, de manera que no es recomendable que sea copiosa y en exceso energética antes de acostarse. Además, muchas veces el verano contribuye a cierta desorganización de hábitos por lo general y se pierde el ritmo habitual: varía la hora para levantarse de la cama e irse a dormir, los horarios escolares desaparecen y los laborales cambian muchas veces, se deja de practicar ejercicio físico de forma regular…
Por todo ello, son muy recomendables las cenas ligeras, con un moderado contenido calórico, pobres en grasas y en alimentos hipercalóricos y sin productos excesivamente dulces.
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Beber, durante todo el día, líquidos a temperatura moderada (no muy fríos). Tanto con las altas temperaturas como con el ejercicio, la temperatura corporal aumenta, y la forma que tiene nuestro organismo de regularla y mantenerla constante es a través del sudor. A medida que el sudor comienza a generarse, la piel se va refrescando y a su vez refrigera la sangre y el interior de nuestro organismo.La sensación de sed aparece cuando el organismo ha perdido entre el 1% y el 3% del peso corporal en líquidos.
Estar bien hidratados, nos ayuda a resistir mejor los períodos con altas temperaturas. La temperatura corporal interna constante es de 37ºC. Cuando la misma es superior a 41ºC nuestras células se lesionan, pero pasados los 42ºC la célula muere por la coagulación de sus proteínas. La sed, es el mecanismo por el cual regulamos la ingesta de agua o líquidos.
Cuando la concentración de los líquidos corporales es anormal, percibimos la sed. Al sudar la sangre pierde agua y se vuelve espesa, por lo tanto la concentración de Sodio es mayor de lo normal, generando sed. Al beber agua para combatir esa sed, la sangre vuelve a tener una concertación normal de sus minerales. La cantidad óptima a beber para estar seguros de estar bien hidratados, es saciar nuestra sed, pero agregar un poco más.
Los niños (al no tener bien desarrollado el mecanismo de la sed) y las personas mayores (por haber perdido esa sensibilidad) suelen deshidratarse con gran facilidad en días calurosos. Al no sentir sed, no beben y los líquidos no se reponen.
Existe un método muy práctico para saber si estamos reponiendo los líquidos corporales de manera correcta y consiste en observar el color de la orina: si la orina es oscura y escasa, significa que la concentración de desechos es alta y por consiguiente debemos beber más agua. Cuando la misma es clara y abundante nuestro equilibrio hídrico es adecuado. Si estamos tomando algún tipo de medicamento o complejo vitamínico el color de la orina varía, y en ese caso el único indicador es el volumen o cantidad de orina.
- Evitar el consumo de alcohol, de bebidas excitantes y de cafeína. Durante el verano, las altas temperaturas pueden provocar una interrupción en las horas nocturnas de sueño. El alcohol deshidrata porque facilita la eliminación de agua por la orina y aumenta la sudoración. Además, impide alcanzar las fases profundas de sueño. Se recomienda tambien evitar toda clase de bebidas energéticas y que contengan altas dosis de cafeína, para combatir el calor por las noches y dormir a plenitud.
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Aunque parece contradictorio, es muy recomendable dormir una siesta de veinte a treinta minutos durante las horas más calurosas del día, ya que puede ayudar a conciliar una mejor calidad de sueño por las noches.La siesta es un ciclo natural del cuerpo.
Después de comer, el organismo experimenta una sensación de cansancio que hace necesario que, normalmente, se tenga que echar una pequeña siesta o se tomen bebidas excitantes para poder seguir con el mismo ritmo de actividad. Pero las siestas pueden ser también negativas. En caso de que sea demasiado larga, puede provocar que no duermas por la noche.
- No realizar ejercicio físico antes de dormir. Hacer ejercicio libera adrenalina y noradrenalina, dos sustancias estimulantes del cuerpo humano que elevan el ritmo cardíaco y aumentan la temperatura corporal, haciendo que nos sintamos más despiertos y activos. Hacer ejercicio es bueno para nuestro cuerpo pero para conciliar el sueño durante las noches calurosas puede que prefiramos adelantar nuestro momento de ejercicio a una hora más temprana para evitar que perturbe nuestro descanso.
- Ducharse con agua tibia justo antes de acostarse. Una ducha con agua tibia puede ayudarnos a conciliar el sueño. Nuestro cuerpo tendrá una sensación mayor y más duradera de frescor y será mucho más fácil dormir. Basta con una ducha de 5 minutos para lograr esa sensación que buscamos.
Aunque la creencia popular reza que lo mejor para dormir fresco es ducharse con agua fría o helada antes de dormir, lo cierto es que los expertos recomiendan que la ducha debe hacerse con agua tibia (el agua no debe estar a menos de 18º C).Al ducharnos con agua fría conseguimos una sensación de frescura más instantánea e intensa, pero menos duradera, pues nuestro cuerpo se enfría tanto que luego genera más calor.
Aunque al principio pueda parecer incómodo ducharse con agua que no nos refresca tanto, la sensación de frescura será mucho más duradera y a la larga nuestro cuerpo lo agradecerá.También podemos aplicar compresas mojadas en zonas específicas para refrescarnos cuando estemos en la cama (cuello, tobillos, rodillas…).
Eso si, como en el caso de la ducha, el agua debe estar tibia, porque de estar fría desencadenará una reacción en nuestro cuerpo que provocará calor.
- Dormir de lado. Muchos de los calores nocturnos están relacionados a la posición que se adopta al acostarse sobre la cama. En verano, sobre todo en las noches especialmente calurosas, la mejor postura para dormir es de lado, ya que es la postura en la que menos parte de nuestro cuerpo está en contacto con las sábanas. Esto genera una mayor sensación de frescor durante la noche, y colabora al sueño.
- La ropa que utilizamos para dormir es un factor muy importante. Cuando dormimos sin ropa, la sensación de calor durante la noche aumenta. Aunque puede parecer que estamos más frescos al principio, conforme la noche avanza notamos más y más calor. Esto se debe a que cuando dormimos sin ropa, la humedad entre nuestro cuerpo y la superficie en la que descansamos no se evapora, lo que provoca una mayor sensación de calor.
Evitarlo es sencillo utilizando un pijama que separe nuestro cuerpo de la superficie de la cama. Deberá ser cómodo y lo mejor es utilizar un pijama de algodón. Puede parecer extraño, pero el algodón es un material que transpira y ayuda a una correcta absorción de la transpiración, ayuda a mantener una sensación de frescura y no provoca una sudoración excesiva.
Fuente:
http://www.20minutos.es/noticia/2178371/0/calor/remedios-caseros/sin-aire-acondicionado/
Más información:
http://www.abc.es/sociedad/20130717/abci-consejos-combatir-calor-noche-201307080951_1.html
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